Rafael Dávila Álvarez
Non plus ultra
Un ruido ensordecedor se filtra a través de las ventanas y paredes, nada parece detenerlo. Su efecto sobre el equilibrio psicológico es demoledor, los nazis lo sabían y de ahí su aplicación en la tortura. Trato de evitarlo fijando mi atención sobre algo importante; ¡imposible!, las mismas canciones, la repetición rítmica de una insoportable música destruye aceleradamente el sistema neuronal. El grupo desprecia la individualidad y solo acepta el gregarismo como respuesta a su tiranía; se retrocede en el respeto a la libertad personal y se impone el gusto de la mayoría sobre los derechos de la minoría. ¿Diversión?, toda, pero no a costa del prójimo. Los valores de la convivencia se ven alterados por el uso y abuso de contravalores en nombre de una tradición falseada para alienar a las colectividades.
¿Cómo escribir en este escenario de anarquía dirigida? Me he rendido, he optado por dejar fluir los estímulos negativos a través de mis sensaciones; no opongo resistencia a lo inevitable y decido releer la carta que Albert Einstein ha dejado a su hija Lieserl y que, generosamente, me ha enviado mi amigo Luis S.
Soy consciente de la leyenda que rodea a esta hija de Einstein y de las teorías contradictorias sobre su vida y existencia. Pero lo importante es el contenido de la misiva escrita por el científico. Se refiere en ella a "una fuerza extraordinariamente poderosa para la que la ciencia no ha encontrado una explicación formal; es una fuerza que gobierna a todas las otras y que está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esa fuerza universal es el amor". El genio le atribuye al amor las cualidades y condiciones más importantes; incluso llega afirmar, para dar visibilidad al amor, que modificando su fórmula más importante E=mc2 se obtendría la energía para sanar al mundo multiplicando el amor por la velocidad de la luz elevada al cuadrado y el resultado no tendría límites.
¡Cuanta belleza hay en ese mensaje!, ¡cuánto misterio se encierra en una sola palabra! La última razón de la existencia es llegar al amor; todos lo buscan, pero pocos lo encuentran. Caminamos por un camino lleno de dolor, angustia, injusticias, alegrías, satisfacciones, frustraciones, miedos, ambiciones, traiciones, mentiras… pero, en cualquier caso, siempre aspiramos a la felicidad y ese estado pletórico de vida solo se encuentra en el amor.
El ruido ha continuado; ha estado presente pero ha pasado desapercibido, ha fluido suavemente, no ha interrumpido el hilo de mi reflexión. Es la aceptación de lo inevitable quien reconforta el espíritu; es compartir con los demás sus deseos, sus inquietudes, sus penas y alegrías; es, en definitiva, vivir en tolerancia con los demás y consigo mismo.
Deseo terminar este artículo trascribiendo los deseos del genio que revolucionó la ciencia: "Quizás no estemos hoy preparados para fabricar la bomba del amor, esta sería un artefacto tan potente que destruiría el odio, el egoísmo, la avaricia y la violencia que asolan el planeta; sin embargo cada ser humano lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada, cuando aprendamos a hacerlo comprobaremos que el amor todo lo vence."
El ruido ha cesado.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
Rafael Dávila Álvarez
Non plus ultra
Xose A. Perozo
PENSAR POR PENSAR
Feijóo e Sánchez no espello extremeño
Chito Rivas
PINGAS DE ORBALLO
A feira política
Manuel Orío
La tregua de Navidad
Lo último