El Sáhara, sentenciado

Publicado: 25 abr 2025 - 04:15

José Paz.
José Paz.

La visita supuestamente sorpresiva del ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, ha certificado la definitiva renuncia del gobierno español a defender algún mínimo arreglo para el Sáhara Occidental. El PSOE de Pedro Sánchez, otrora adalid de los saharauis, ha puesto la última piedra que sepulta el sarcófago donde yace la esperanza de nuestra excolonia. Al visitar el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York, llama la atención un mapamundi donde aparecen los territorios pendientes de descolonización. Son ya muy pocos, menos de una veintena, y el más grande y visible, el único que capta la mirada, es el Sáhara Occidental.

El giro de Sánchez a la política exterior española, giró que se llevó por delante a la ministra González Laya, fue recibido por muchos como una locura que ponía en riesgo nuestro suministro de gas argelino.

La cadena de errores cometidos por España en relación con este territorio y con las restantes posesiones africanas, es muy triste. La última “conquista” territorial española fue más pequeña que Andorra: consistió en la captura de la ciudad internacional de Tánger durante la Segunda Guerra Mundial Duró poco tiempo y después se restauró el estatus previo. España tenía todo el Norte de Marruecos, el Rif, pero fue incapaz de defender sus aspiraciones de soberanía propia. Aún andan diversas facciones rifeñas luchando por deshacerse del yugo marroquí y por defender la lengua amazigh, que ni siquiera hemos oficializado en Melilla (para no tocar más las narices a Rabat) pese a tener un altísimo porcentaje de hablantes. Además del Rif, España tenía dos provincias de ultramar: la de Ifni y la del Sáhara. La de Ifni se perdió en dos sucesivas invasiones marroquíes y España se limitó a evacuar a los europeos dejando a su suerte a los autóctonos no marroquinistas. Se perdió también la franja de Tarfaya.

José Paz.
José Paz.

Alentada por Francia, la monarquía alauí fue haciéndose con territorios españoles para completar el protectorado francés tras la independencia. España sólo pudo conservar las dos ciudades de mayoría española que no estaban unidas al protectorado español de Marruecos y siguen formando parte de nuestro territorio, Ceuta y Melilla, junto a un puñado de islotes absurdos, deshabitados e indefensibles que más valdría entregar a cambio de un tratado de reconocimiento de la españolidad de las dos ciudades autónomas. En 1975, con Franco moribundo, España cometió la ignominia absoluta que justifica el mapa del edificio neoyorquino. Entregó ilegalmente el Sáhara a dos países vecinos: dos tercios a Marruecos y el tercio meridional a Mauritania (tercio que después ocuparía igualmente Marruecos). España se retiró con absoluto deshonor de su última colonia africana tras haber hecho, también, una descolonización apresurada y nefasta de sus posesiones en el Golfo de Guinea, juntándolas contra natura en un solo país.

Muchos militares españoles, al cumplir la orden de retirada, dejaron el armamento a los guerrilleros del Frente Polisario para que, al menos, pudiera defender a la población saharaui de la invasión militar y también civil: la repulsiva Marcha Verde. Los saharauis eran ciudadanos españoles, y a muchos ya se les había expedido el DNI. Es lógico, porque el Sáhara era formalmente una provincia. Sin embargo, los sucesivos gobiernos de todos los colores, desde 1975 a la actualidad, se han negado a reconocer la nacionalidad española de todos los demás saharauis. Una parte de la población se refugió en la zona vecina de Argelia, país que apoyó a los saharauis pero cuya entrega a esa causa ha ido deshaciéndose como un azucarillo.

El gran problema de los saharauis fue jugar muy mal sus cartas. Imbuidos de la ideología socialista y tercermundista que la élite del Polisario aprendió en las universidades cubanas, se lanzaron a ser “no alineados”, que era la segunda división del bloque soviético. Mientras tanto, Marruecos siempre jugó muy bien las suyas, concentrando todos sus esfuerzos en París y, sobre todo, en Washington. Terminada la Guerra Fría, el Polisario lo había perdido todo por jugar a ser antioccidental, y desde entonces agoniza lentamente, mientras las tiendas de refugiados de Tinduf adquieren la amarga condición de viviendas definitivas. El giro de Sánchez a la política exterior española, giro que se llevó por delante a la ministra González Laya, fue recibido por muchos como una locura que ponía en riesgo nuestro suministro de gas argelino. Sin embargo, analizándolo con la perspectiva del tiempo transcurrido, bien pudo ser Argel, o algún sector de su élite política, quien indujera ese cambio español: la fatiga en el apoyo al Polisario pesa ya mucho en el gran país norteafricano. Sea como sea, la nueva visita del ministro Bourita la semana pasada, en pleno Jueves Santo, fue una palada más de tierra a la tumba de nuestra decencia como ex metrópoli. Siempre debemos descubrirnos ante el ejemplo portugués, en su defensa numantina a su colonia de Timor Oriental invadida por Indonesia, y lamentar la mancha indeleble que por siempre pesará sobre España por su abyecta entrega de los saharauis, maniatados, a la tiránica monarquía absoluta del sultán marroquí. Albares, al recibir en Madrid a su homólogo el pasado día 17, sólo se sumó a la sentencia de muerte contra la legítima aspiración saharaui.

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