Sangenjo

Publicado: 17 may 2025 - 00:52

Opinión en La Región.
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Juan nunca se saltaba una norma. La vida cuadriculada de sujeto obediente, como si llevase un capirote verde girando sobre la cabeza. Llegaba a su trabajo a las nueve en punto porque si quisieran que llegase a las ocho cuarenta y cinco lo pondría en el contrato. Como él siempre decía. Juan era así, nunca dejó los cinco céntimos de propina. Los bizum de 23,17.

Reconocer a Juan no era sencillo. Sobre todo en verano. Sobre todo en Sangenjo -que Juan lo decía así, como Jinzo, como Puentecesures- Y digo sencillo porque Juan se mimetizaba con maestría camaleónica en el entorno.

La camisa azul celeste remangada hasta la frontera en la que empieza el codo. El pantalón corto y beige y los náuticos marrones atados tan solo con un lazo.

Que el doble se le antojaba exceso.

La gafas de sol colgando del cuello alternándose según necesidades con las Ray Ban de ver. Sí, ambas wayfarer. Y algunas pulseras de cuero con forma de trenza subiéndole por la muñeca izquierda. Que la derecha es para el reloj.

La tendencia era clara y él la había hecho suya.

Antonio nos miró en busca de la cámara oculta y salió a escena aturdido y desconfiado

Mi amigo, al menos durante aquel periodo de tiempo, me invitó a las fiestas de Sangenjo -y lo repito así para evitar el sermón en caso de que Juan llegue a leer esto-, a la casa familiar, porque, claro, la familia de Juan había heredado un bien inmobiliario en la costa.

Yo no tenía camisa azul celeste, ni pantalón corto, solo un bañador del Pryca y algún vaquero del Continente. Pero a Juan le daba lo mismo, porque él, allí dentro, donde se guardan las cosas que de verdad importan, me quería de manera sincera. Y para qué engañarnos, mi estatus inferior hacia crecer el suyo.

No recuerdo ninguno de los bares a los que me llevó. Excepto uno porque alguien decía a nuestra espalda que era de Francis Lorenzo, el profesor del Azcona, el tío Julio de Médico de Familia. Pero ni rastro.

Abrazó Juan al alcalde, gran compañero de comilonas de su padre, que rondaba por allí y nos invitó de manera insistente y sin oposición posible a ver el concierto estrella de las fiestas de Sangenjo entre bambalinas. Las bambalinas son ese sitio donde dicen que sucede todo.

Donde casi nunca pasa nada.

Agarró a Juan del hombro dejándome detrás, pues no albergaba yo interés alguno para la alcaldía. Llegamos a la escalera que sube al escenario. Mira, Juan, te presento, este es Antonio Orozco. Lo siento Antonio, pero no te conozco. Quizás te suena mi canción más famosa “Devuélveme la vida”. ¡Anda claro! Devuélveme la vida que me la has quitao, que me la has quitao.

Antonio nos miró en busca de la cámara oculta y salió a escena aturdido y desconfiado.

Me llevé a Juan a los cochitos. Cuatro fichas por favor.

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