La Región
JARDÍN ABIERTO
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Mientras llega la hora de la consulta, por eso de ahuyentar los nervios, leo una revista que está sobre la mesa. Sin el más mínimo interés. Hasta que tropiezo sobre algo llamado realidad disociada. Dice que, entre otras cosas, es la experiencia de sentirse desconectado de la propia identidad. El artículo continúa, pero yo me he quedado ahí.
Creo que eso de la disociación es lo que me pasa cuando pienso en los años que ya he cumplido. Porque nada tiene que ver la edad que insisten en devolverme los documentos oficiales con la que se mueve libremente por mi cabeza. Dos realidades tan diferentes que creo que en algún momento se produjo un salto en el tiempo que me empujó hacia adelante, sin que nadie se diera cuenta.
Porque, ¿cuándo eres mayor, anciana, veterana, vieja…? ¿Cuando entras en una década socialmente pactada o cuando sientes que los años ya te lo han quitado todo? ¿Son las arrugas del rostro las que dictaminan que tu tiempo fue otro o lo hace la imposibilidad de un nuevo surco en las comisuras de los labios porque hace mucho que no ríes? ¿Serás vieja cuando las piernas no puedan seguir los ritmos de la orquesta o cuando tu alma sea incapaz de reaccionar a la alegría de la música? ¿Se nos acabó la juventud en el momento en que no entendemos las novedosas tecnologías o cuando la curiosidad por seguir descubriendo ese mundo haya desaparecido? ¿Será una nueva vela sobre la tarta la que diga que somos mayores o lo hará la incapacidad de salir del bucle de la nostalgia que no deja espacio para el futuro?
El filósofo francés Michel de Montaigne dijo que “las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara”. Pero esa lección muchos aún no la han aprendido
Yo sé cuándo me rendiré a la vejez, si la enfermedad no me ha atrapado. No será cuando soplar tantas velas me deje agotada, ni cuando mi cuerpo sea aún menos ágil, ni cuando la piel ya esté marchita. Será cuando la soledad se imponga porque la vida me haya dejado el teléfono sin contactos. Cuando la curiosidad por saber se haya transformado en desidia y aburrimiento. Cuando mis afectos no tengan quien los reciba. Cuando ya esté tan cansada que el mundo me dé igual. Será ese el momento, con independencia de los últimos años cumplidos.
El filósofo francés Michel de Montaigne dijo que “las arrugas del espíritu nos hacen más viejos que las de la cara”. Pero esa lección muchos aún no la han aprendido. La realidad más disociada es la que se da entre la imagen inventada de cómo debemos pensar, vestir, sentir o relacionarnos a partir de cierta edad y la vida que tenemos intención de vivir. Los años son un permiso para la rebeldía. Deberíamos practicarla mucho más y frenar los estereotipos que nos tratan con condescendencia y buscan hacernos invisibles.
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