En la semana de la República

PENSAR POR PENSAR

Publicado: 18 abr 2025 - 00:30 Actualizado: 18 abr 2025 - 13:40

Opinión en La Región.
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Este año el Día de la República nos ha caído en lunes de pasión y con las prisas por salir de vacaciones apenas sí se ha notado en el ambiente conformista o preocupado de la cotidianeidad. Sin embargo, según algunos observatorios demoscópicos, el republicanismo ha comenzado a eclosionar de nuevo. Puede ser cierto pero en el Domingo de Resurrección de pasado mañana las banderas republicanas y la Constitución de 1931 no saldrán en procesión por las calles de España. La historia avanza inexorablemente y quienes en los años setenta del pasado siglo tomando unos chupitos cantábamos el Himno de Riego en la clandestinidad, aunque nunca fuera realmente oficial, cada año estamos menos presentes para recordar la letra del pontevedrés Evaristo Fernández de San Miguel. No conoceremos la tercera edición republicana, aumentada y corregida, pensada por mis abuelos y añorada por mis padres.

Hoy sabemos que nos equivocamos, que la monarquía borbónica nos la da con queso a la entrada o a la salida. Aun así observamos el devenir de Felipe VI como al de un náufrago en el propio mar familiar

Por estos días no puedo evitar recordar caras e ideas aunque sus voces ya no están en el archivo sonoro de mi cerebro. Algunas personas amigas, como fue el caso del cineasta de Carballiño Ismael González Díaz muerto ahora quince años atrás, los conocí en los corrillos o inmediaciones de aquel grupo llamado ARDE, Acción Republicana Democrática Española, otros en los descansos de los cineclubes o en las representaciones del Teatro Independiente, los más en las tuberías sesudas de la política. La restauración borbónica, una vez más, nos cortó el paso para supuestamente alimentar la convivencia en paz. Enseguida nos correspondió formar familias, criar hijos y empujar el carro de los cargos de responsabilidad en beneficio del pragmatismo democrático. Aquellas cenas republicanas quedaron aparcadas en los desvanes de las utopías.

Lo dicho parece un lamento pero no quiero que lo sea. Lo vivido fue bueno y nunca olvidaré una visita a la última residencia en Vilagarcía de Ramón Fernández Mato, primer director y fundador del asesinado diario El Pueblo Gallego, director general de seguridad durante la II República, exiliado y retornado en silencio. En su despacho don Ramón guardaba con amor una bandera republicana escondida tras la puerta y nos la enseñaba como quien muestra las reliquias de una santa mártir sin continuidad. No, estas evocaciones no se corresponden con ningún lamento pero sí me parece necesario, en estos momentos de turbación y desprecio de las ideologías, reclamar el valor de ese brazo mutilado del republicanismo español, tan machacado por algunas derechas que también tuvieron su cara republicana, denostado y falsificado por los historiadores de parte, tan temido por la Iglesia determinista y tan apartado de los cauces educativos.

No deja de ser sintomático ver cómo en nuestro país las ideas autárquicas, la extrema derecha, el despotismo, las intransigencias dogmáticas, los populismos, el desprecio a la vida y el fomento de las guerras han subido a los escenarios con fuerza acorralando al bipartidismo bien intencionado sin que las propuestas republicanas tengan espacio en la representación del drama. Y presidiendo ese panorama seguimos contemplando el placebo de la monarquía como el mal menor que nos dimos tras la dictadura. Los republicanos creímos en Juan Carlos I tanto como en la modernidad. Hoy sabemos que nos equivocamos, que la monarquía borbónica nos la da con queso a la entrada o a la salida. Aun así observamos el devenir de Felipe VI como al de un náufrago en el propio mar familiar. En esta semana de la república la monarquía no necesita de los republicanos para caer porque la sostiene la indiferencia acomodada. Es lo que hay.

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