Miguel Anxo Bastos
Extremadura: la clave está a la izquierda
TRIBUNA
Es ineludible. Las “retail sales” siempre estuvieron presentes en la vida cotidiana de las gentes. Y había que surtirlas. Es sabido que, en España, en general, las nuevas fórmulas comerciales llegaron con retraso. Sin embargo, en Ourense, en las postrimerías de la centuria decimonónica, se levantaba el gran edificio del comercio que, realmente, causaba -y causa-, la admiración de los transeúntes. Aún la venta de artículos, relacionada con la industria textil, era uno de los sectores punteros que animaba la actividad mercantil. Los almacenes de tejidos, pañería y pañuelos, en la capital, imitaban no solo a los existentes en A Coruña o Vigo, sino, incluso, a los franceses.
Había firmas dedicadas, tradicionalmente, a la compra-venta, al por mayor, que abastecían a casi todas las tiendas dedicadas al menudeo en la provincia. La saga familiar de los Paris Fernández -originaria de Cataluña-, Isidoro Vicente y Cª- acaudalado vallisoletano, socio de esta razón social-, o Alfonso Junquera -natural de Zamora-, foráneos, todos ellos, eran almacenistas prestigiosos que no solo garantizaban el abastecimiento de los establecimientos de tejido desde Verín a Bande, o desde Ribadavia a Puebla de Trives, sino que, a través de estas arterias, también llegaban al rural. De ahí que, a estas alturas, la mayoría de ellos todavía no sufriese un descalabro en los balances anuales; salvo excepciones, claro.
El Ourense finisecular, veía, por ejemplo, cómo una marca de abolengo, Simeón García y Cª, hacía la entrada en la capital al adueñarse del negocio de la familia Rodríguez Orejas, mal gestionada por los hermanos Francisco y Antonio. La nueva firma que le debía el nombre al riojano, Simeón García, se quedaba con el 85% de la empresa. Le condonaba la deuda y les pagaba el débito a los acreedores de la liquidada compañía.
Simeón se había asociado con el cuñado, Jorge de la Riva. Juntos, en Santiago, habían creado, en 1857, más que un banco una “casa de comisión”-Simeón García de la Riva-. Luego, a lo largo del tiempo, aquella razón social fue cambiando. La presencia de la Compañía en Ourense se produce en 1879, cuando empeora la situación financiera del grupo Rodríguez Orejas y Cª. Unos meses antes, en mayo de ese mismo año, en Ribadavia, ya saltaba la alarma. Aparecían hojas anónimas que censuraban, de forma poco decorosa, la mala gestión de los propietarios del establecimiento ligado al grupo ourensano. Desde el anonimato se preconizaba la disolución de la empresa. Los dependientes del local ribadaviense, a través del corresponsal del diario El Heraldo Gallego, querían dejar claro, que ellos no habían sido los artífices de semejantes agravios. Mas, cuando el río sonaba...
En Ourense, la firma Simeón García y Cª, arraigó, como la hiedra, entre otras cosas, gracias a la intensa labor comercial itinerante
Efectivamente, en breve, el grupo Simeón, al final se hacía con la Sociedad y con los derechos sobre los almacenes de Ribadavia, O Carballiño y la capital, vinculados a la extinta entidad. Y, aunque tras la liquidación de la empresa, Antonio Rodríguez Orejas, todavía quedó como factor de la nueva Casa comercial, con una participación del 15%, tras los problemas irresolutos que hubo que dilucidar en el juzgado de Primera Instancia, definitivamente, en 1882, Simeón García y Cª se hacía con la empresa.
Desde este instante, concibe la idea de construir un palacio de la industria del tejido en la ciudad. El proyecto comienza a fraguarse un lustro más tarde de la muerte del fundador de la Compañía. La viuda consigue perpetuar el negocio. En febrero de 1894, el apoderado general de la Casa mercantil Simeón García llega a la ciudad de las Burgas con los planos de un inmueble que Juana Blanco -Viuda de Simeón-, se proponía levantar en los extensos solares que había adquirido en la calle Progreso. Por la magnitud de la obra y por el estilo arquitectónico, se presumía que sería una construcción, acorde al progreso material que vivía Ourense. Le encarga a Antoni Serra i Pujals, experto constructor que, recientemente, acababa de ejecutar la Casa Sebastià Pratjusà, en la ciudad Condal, construir un magno edificio. Este maestro de obras, modifica el proyecto inicial y disminuye una planta en altura. Suprime los pináculos de los cuerpos laterales y cambia el remate central por un frontón. Incluso, sustituye los balcones, de las partes laterales, por miradores.
En Ourense, la firma Simeón García y Cª, arraigó, como la hiedra, entre otras cosas, gracias a la intensa labor comercial itinerante. La gente de la feria, aquel pequeño mundo que popularizaba la industria por la vida ambulante, enseguida, comenzó a vender su género. ”Necesítase cargar unos fardos de bayeta -decía-, pues, … ¡a conducir, el camión y con él a la Casa de Simeón!”. En 1901, la firma Viuda de Simeón García y Cª, sobresalía por encima de la de Isidoro Vicente y Cª o Miguel Prada -en Canedo-. Desde entonces, paulatinamente, emprende una actividad comercial que va más allá de los textiles. A lo largo del siglo XX, no solo trabajaba, al por mayor, los almacenes de tejidos, paquetería y calzado, sino también el comercio minorista -establecía dos sucursales; una, en la calle Progreso, dedicada a la venta de calzado, y otra, de novedades, en la de Paz Novoa, titulada Los Chicos-, y, con el tiempo, la banca. Sin duda… ayer, aquel majestuoso edificio, fue el símbolo del buen hacer mercantil; hoy …, lo es del hacer cultural.
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