Manuel Orío
RECORTES
Las tabillas de San Lázaro
RECORTES
La última comparecencia de Pedro Sánchez antes de cerrar el año ha respondido a todas las señas de identidad que han caracterizado al presidente del Gobierno y su modo de gobernar durante estas últimas legislaturas, en las que ha ejercido su cargo partiendo de una moción de censura de cuyo triunfo ahora vamos sabiendo más cosas y ninguna buena.
Nadie quiere ser un acosador y un corrupto es evidente, y el roce con un partido edificado en el puro vicio produce sarpullidos
Sánchez ha comparecido esgrimiendo un arsenal de fanfarronadas, brindis al sol y verdades a medias –hasta incluso ha llegado a prometer un bono de transportes por vía férrea válido para todo el territorio nacional sin haberlo pactado todavía con las comunidades autónomas que en eso tienen la sartén por el mango y lo pueden arrumbar- cuando no abiertas mentiras, capaces de consolidar su persona en presencia de la militancia ciega que venera a su líder. Pero es evidente que ha gastado los pocos cartuchos que le quedaban tratando de rescatar la perdida confianza de sus socios independentistas, los cuales han respondido a este postureo tan inútil como efectista ratificando su posición de no regalarle ni una y mantenerlo en la Moncloa convertido en vasallo diligente y listo para dar lo que le pidan. Sánchez no puede tomar decisiones porque está cautivo, no puede aprobar nada porque no tiene quórum ni presupuestos, no puede convencer a nadie porque a todos ha mentido, y no puede gobernar en general porque tiene el crédito agotado y le acosa un ámbito incalificable del que ya nadie quiere depender. Nadie quiere ser un acosador y un corrupto es evidente, y el roce con un partido edificado en el puro vicio produce sarpullidos. Pero aún así, en perpetua cuarentena, cercado en su lazareto y anunciándose como los leprosos medievales haciendo sonar las tabillas, produce dividendos. Y esa es la suerte que le aguarda a este desventurado perdonavidas que acabará malamente como todos los de su especie. Los apestados terminan vagando en soledad y de noche por los caminos.
Y es en este punto donde la situación se advierte incomprensible. Sánchez se niega a morir con dignidad. A redimirse con un final noble. Allá él si persiste. Su final va a ser tremendo cuando podía haber sido edificante, dulce y discreto.
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