Jacinto Seara
Feliz Navidad
Eso de que nada se sabe sobre el futuro de la guerra en Ucrania o en Oriente Próximo es una falacia muy apta para que los diletantes geoestrategas rellenen papel y cobren o se asomen a los ordenadores a través de las plataformas sociales donde se habla de todo sin saber de nada.
Hay precisión casi científica sobre el futuro, pero diversificar la opinión, enturbiar las aguas, forma parte de la estrategia. Es como lo del cambio climático que esconde toda un industria, incluso tan peligrosa y ambiciosa como la del tabaco.
El tiempo da y quita razones. Sometámonos a su juicio si es que estamos para verlo
La prospectiva de guerra está hecha incluso a corto y medio plazo. Los “Pentágonos” de todas las naciones la hacen y se intercambian previsiones que en muy poco se alejan de lo que va sucediendo. Suelen acertar. Otra cosa es el azar, lo que Clausewitz llamaba la fricción, que en definitiva es ser consciente de que una cosa es el planeamiento y otra lo que ocurre sobre el terreno. Los cambios forman parta de las teorías que se manejan y también entran como variante en la toma de decisiones.
Nada queda al azar, aunque el azar aparece.
El presidente Obama fue el hombre de la paz y dejó una herencia de las más bélicas conocidas. El estigma de hombre de paz solo ha servido para dejar un reguero de violencia por el mundo y sus decisiones de retirada de ciertos escenarios han provocado más y más guerra.
Con Trump en la presidencia silenciaron las armas. Biden volvió a hacer fuego y nos ofreció la humillante y vergonzosa retirada de Afganistán. No le han acompañado ni las formas ni los fondos.
¿Cómo es posible que haya políticas tan radicalmente opuestas en una misma nación? La contestación es tan difícil como sencilla. En todas las familias hay problemas, máxime a la hora de las herencias. Todo es un conflicto de intereses unas veces económicos, otros ideológicos, todos muy peligrosos cuando se ponen en riesgo los límites geográficos y el equilibrio comercial: el poder.
Conocen ustedes la “Teoría del loco” o The Madman Theory, que se impuso en la política exterior del presidente americano Richard Nixon que funcionó durante el tiempo que duró su presidencia.
Llega el otro momento de Trump, una nueva presidencia. No es tan impredecible como muchos creen. No parece que esté loco ni tampoco se lo hace. Sabe que es el presidente de los Estados Unidos de América, conoce su responsabilidad y no juega con fuego sino con una realidad palpitante en un mundo que ha emprendido una carrera desde la locura y hacia la locura con muchos y peligrosos participantes. No es él el más loco de ellos y por encima de todo no está dispuesto a que esta carrera la gane quien pueda poner el mundo patas arribas. En eso es el más cuerdo de todos.
Su propósito de acabar con el terrorismo crea preocupación así como poner fin a la manipulación de la llamada globalización y lo engañoso de su práctica, el dominio de lobbies mediáticos y económicos junto a ideologías de género y de defensa manipulada con los Derechos Humanos
Tendremos que ir pensando en otra teoría porque la de Nixon no encaja en su personalidad; tampoco la de Obama. Trump simplemente no se achanta y planta cara a los verdaderos madman que a cada instante dan muestras de su locura y tiene al mundo sobrecogido.
El tiempo da y quita razones. Sometámonos a su juicio si es que estamos para verlo. Pero en principio, si no salta un loco con su bomba sucia a cuestas, creo que el futuro será más en paz de lo que parce, aunque será otro mundo que camina a la polarización. Eso está ya presente.
España no se sabe muy bien a qué mundo pertenece. A Venezuela, México, Irán, Palestina, o es un Estado fallido. Hemos olvidado nuestra lengua que abarcó al mundo. Nuestra religión y bondad. Ahora somos cualquier cosa, después de renunciar a nuestro pasado.
Quizá España en este futuro tenga un grave problema de seguir con ese rechazo a Trump y a Israel.
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