Verdades incómodas

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Publicado: 26 oct 2025 - 04:05

Opinión en La Región
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Hay una frase que se repite en muchas empresas cuando llega el último trimestre del año: “toca apretar los números”. Es el momento de redefinir presupuestos, revisar carteras y tomar decisiones que, aunque a menudo resultan incómodas, son esenciales para seguir creciendo. Entre ellas hay una que exige especial valentía: saber en qué dejar de invertir. Porque tan importante como decidir dónde apostar es tener claro dónde dejar de hacerlo.

En el mundo empresarial, la palabra desinversión puede sonar a renuncia o fracaso. Pero, en realidad, es una herramienta estratégica que distingue a las compañías con visión de futuro. Desinvertir significa analizar con honestidad qué proyectos, productos o áreas ya no aportan valor para liberar recursos que impulsen nuevas oportunidades. El problema es que soltar cuesta, a veces por apego a lo que un día funcionó, otras por miedo a reconocer que el contexto ha cambiado. Sin embargo, los líderes que miran hacia adelante entienden que dejar ir no es destruir, sino hacer espacio para construir de nuevo.

Como decía Peter Drucker, uno de los padres de la gestión moderna, “no hay nada tan inútil como hacer con gran eficiencia algo que no debería haberse hecho en absoluto”. Y es que, en muchas organizaciones, el coste oculto de no soltar puede ser mayor de lo que parece. Cada empresa acumula con el tiempo una mochila de iniciativas que en su momento tuvieron sentido, pero que hoy consumen más recursos de los que devuelven: tecnologías obsoletas, procesos redundantes, líneas de producto estancadas o campañas que ya no conectan con los clientes actuales. Mantenerlas por inercia puede parecer inofensivo, pero cada euro, cada hora y cada talento invertidos en algo sin futuro son recursos que dejan de destinarse a innovar, a mejorar la experiencia del cliente o a explorar nuevos mercados.

Muchos casos de éxito empresarial tienen detrás un proceso de desinversión inteligente

Por eso, una buena gestión no consiste solo en invertir bien, sino en desinvertir a tiempo. Y eso pasa, inevitablemente, por redefinir la cartera de negocio con una mirada clara al futuro. El punto de partida es una pregunta tan simple como poderosa: ¿qué queremos ser dentro de tres años? A partir de ahí, la organización puede evaluar con honestidad qué iniciativas la acercan a ese objetivo y cuáles la alejan. Las empresas más ágiles son las que practican este ejercicio de manera continua, reequilibrando su portafolio en función del contexto, la rentabilidad y, sobre todo, el propósito. El resultado es una cartera más eficiente y, lo que es igual de importante, una cultura empresarial más sana, basada en la claridad, la adaptabilidad y el foco.

Desinvertir no es, por tanto, una cuestión exclusivamente financiera. Es, sobre todo, un acto de liderazgo. Requiere comunicar con transparencia, tomar decisiones basadas en datos y no en emociones, y acompañar a los equipos en el proceso de cambio. Un líder valiente no se aferra al pasado, sino que ayuda a su organización a avanzar. Entiende que dejar ir no es rendirse, sino apostar por un futuro más sólido. Además, cuando los equipos perciben que la dirección prioriza lo que realmente genera impacto, se refuerza la confianza y la motivación. La innovación no florece en entornos saturados o temerosos del cambio, sino en aquellos donde hay espacio para pensar y actuar con propósito.

Muchos casos de éxito empresarial tienen detrás un proceso de desinversión inteligente. Netflix supo abandonar su modelo de alquiler de DVD para centrarse en el streaming, IBM vendió su división de ordenadores personales para enfocarse en servicios y software e incluso pequeñas empresas locales o regionales han sabido reinventarse cerrando líneas poco rentables para apostar por la digitalización, el comercio electrónico o la expansión internacional. En todos estos casos, el hilo conductor fue el mismo: la capacidad de reconocer que el mundo cambia y que aferrarse a lo que ya no funciona solo retrasa la evolución.

Innovar no siempre significa crear algo nuevo; a veces significa eliminar lo que sobra. Es liberar energía, recursos y talento para aquello que realmente importa. Es elegir conscientemente el futuro que se quiere construir; es el arte de reinventarse.

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