Opinión

¡Dejad a la hierba en paz!

Alguien tiene que decirlo. 

Veganos asesinos: dejad de matar a las plantas. Ya está bien. Lo vuestro, aparte de estupideces dietéticas que no voy a comentar ahora porque no tengo tiempo, es un crimen de proporciones planetarias. Un crimen contra la humanidad y la naturaleza. Váis a acabar con la Tierra. A ver si me explico: los leones comen humanos, los humanos comen vacas, las vacas comen hierba. ¡Dejad a la hierba en paz!

Los franceses comen ardillas (un plato exquisito que gracias a Dios no he probado), los chinos comen perros, los negros comen cerdos, los japoneses comen ballenas, los españoles comemos gallinas, muchos asiáticos comen serpientes o grillos. Repito, ¡dejad a la hierba en paz!

La gente no se da cuenta pero los veganistas son la mayor amenaza a la que se enfrenta nuestro planeta y la galaxia. Son peores que Darth Vader. Con su carita de buenos y el cuento de que son inofensivos liquidan lechugas, tomates, puerros y berenjenas en masa como si esto fuera Auswitzch y los vegetales judíos indefensos. Vale, este comentario estaba fuera de lugar pero, repito: ¡Dejad a la hierba en paz!

Hamburguesa vegana, chorizo vegano, salchichón vegano... ¿Es que solo yo veo lo que está ocurriendo? Me refiero a la manipulación del lenguaje a la que nos está llevando esa secta. Pues si solo lo veo yo no me importa, lucharé solo como un héroe de la antigüedad: ¡Dejad a la hierba en paz!

Hace tiempo fui con unos amigos a un restaurante vegetariano. Todos los platos estaban hechos con berenjena, arroz y calabacín. Y me pregunté ¿por qué no hay en la carta unas patatas fritas con pimientos, un potaje de garbanzos o una tortilla? Se puede hacer una tortilla sin huevos no sé si lo saben, es un plato típico sueco, si me queda espacio al final les cuento la receta. De hecho la cocina tradicional española es básicamente vegetariana: ensalada, caldo, pisto, arroz, verduras, etc., la carne o el pescado eran solo un día a la semana. Maldita sea: ¡Dejad a la hierba en paz!

Bueno, la receta prometida. Patatas largas, se pelan y cortan como patatas paja en hilos muy finos. Los hilos se salan y mezclan con los dedos para que queden enredados unos con otros como un ovillo. A partir de aquí se procede como con una tortilla normal. Aceite caliente, poco, lo ideal es una sartén pequeña. Se fríen las patatas sin revolverlas, pero aplastándolas suavemente con una pala para que ocupen toda la sartén. Se le da la vuelta con un plato y se hace por el otro lado. La tortilla no debe ser gruesa. El resultado como los hilos de patata del exterior se adhieren unos a otros durante la fritura y forman una costra es una especie de tortilla-galleta, crujiente y dorada por fuera y blanda medio cocidita por dentro. Riquísima.

Pruébenla, es fácil. Y... please: ¡Dejad a la hierba en paz!

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