Opinión

No aplaudo más

Es decir, ya no. Lo hice los primeros días, pero ya no lo hago. Lo que no significa que no reconozca, admire y agradezca el trabajo y la dedicación de aquellos a quienes se da ese aplauso a las ocho de la tarde en España.

Mi piso da a un patio de manzana gigante de una mancomunidad con veinte o treinta edificios. El patio es tan amplio que desde mi salón incluso tengo las vistas de un monte lejano que ni siquiera sé cuál es.

Cuando empezaron los aplausos todo iba bien. Yo también salía a aplaudir. Pero un día la cosa cambió. Unos vecinos de un balcón que está muy lejos del mío, a cien metros de distancia o así, sacaron un equipo de música y altavoces y al acabar los aplausos empezaron a poner música a un volumen absolutamente ensordecedor, hasta el punto de que en mi propio salón con las ventanas cerradas (y tengo unas Climalit alemanas de lujo) yo ni siquiera podía escuchar mi propia televisión. 

La primera vez pusieron "Resistiré" y alguna canción más. Vale. Pero a medida que pasaron los días la cosa fue yendo a peor. Al "Resistiré" se fueron sumando "Staying Alive", "We are the champions", "I get not satisfaction" y otras así hasta el punto de que la sesión de discoteca broncona acababa a las ocho y media.

El otro día pusieron entre otros temas más "La Bamba", "Me quedo contigo" de Los Chichos, y "Cumpleaños Feliz" de los Parchís, y acabaron con la ¿música? ¡a las nueve menos cuarto de la noche! No me quejo de la programación musical ni mucho menos, me gustan todos esos temas aunque echo en falta algo de jazz, folk y música clásica. Y si fuera más joven seguramente echaría en falta rap. Me quejo de los decibelios con los que nos tienen durante tres cuartos de hora atronados a todos los demás.

Supongo que si uno es vecino de James Rhodes y a las ocho y diez él sale al balcón y toca una pieza breve de Chopin es bonito, hasta te relaja, pero una hora de música a lo bestia, en plan ruta del bakalao es excesivo. Es un abuso. Y nada solidario. Mejor ni pensar en tantos vecinos que están más cerca de ellos, en su edificio o los adyacentes. Gente que quiere descansar, leer un libro, ver la tele o dormir a un bebé.

El asunto me recuerda aquella escena de Annie Hall en la que Woody Allen le dice a un tipo que tiene detrás en la cola de un cine y que habla a gritos: "¿Por qué tiene que escupirme usted sus opiniones al oído?".

Se escudan en los aplausos, un gesto bueno de gratitud, para hacer algo malo y desleal. Y eso no me gusta. Por eso no aplaudo más.

Vale, el título del artículo era mentira. En realidad... sigo saliendo a aplaudir igual a pesar de los imbéciles.

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