Sergio Otamendi
CRÓNICA INTERNACIONAL
Dos éxitos o dos fracasos
La historia de Sogama, la sociedad gallega de medio ambiente, no se entiende sin Vigo, principal cliente de la empresa. Lo era cuando se creó Sogama y lo es ahora, con miles de toneladas transitando cada año entre Guixar y Cerceda. La historia reciente de Vigo tampoco se explica sin Sogama, que fue la solución para un problema del que nadie quiere saber nada: qué hacer con la basura una vez que es depositada y desaparece en los miles de contenedores instalados por las calles.
Sogama construyó una planta en Guixar que lleva 30 años cumpliendo su misión de compactar los residuos para trasladarlos en tren a Cerceda para su valorización
Hace ya algún tiempo, pero no tanto para haberlo olvidado, Vigo enviaba cada día cientos de toneladas a un recinto tras el monte Alba que había alcanzado una altura brutal a base de acumular residuos urbanos. Amenazaba venirse abajo, como advirtió el Ministerio de Medio Ambiente en un informe donde también alertaba de que pasaría lo mismo con el depósito de Coruña. El alcalde de entonces Carlos Príncipe decidió que era la hora de echar el cierre para evitar una catástrofe y apuntarse al sistema Sogama que libraría a Vigo para siempre de residuos a cambio de pagar un canon por tonelada. Lo que vino después era perfectamente esperable: el vertedero vigués se cerró y tras 30 años de controles podrá utilizarse a partir de ahora como parque, mientras que el coruñés efectivamente se vino abajo, muriendo una persona.
Sogama construyó una planta en Guixar que lleva 30 años cumpliendo su misión de compactar los residuos para trasladarlos en tren a Cerceda para su valorización. Aquella decisión, justa y lógica, le costó la cabeza al alcalde. En Coruña, en cambio, no pasó nada, lo que prueba que nada es seguro.
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