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A mesa y manteles
El Ribeiro posee “vinos de paisaje y territorio” tradicionalmente elaborados por sabias mezclas de variedades autóctonas, cada una de las cuales aporta sus peculiaridades de cara a la obtención de vinos auténticos y genuinos. Posee mostos de famosa historia, de marcados rasgos atlánticos, frescos y elegantes, matizados por una suave influencia del clima mediterráneo. El peculiar factor de transición climática junto con las orientaciones y pendientes de la viña, amén del empleo y combinación plural de variedades locales y el tipo de suelo, marcan el soberano estilo Ribeiro. Además, dada su idiosincrasia geográfica se configura como un pequeño universo pletórico de agradables sorpresas enológicas. Resulta muy original su bizarra personalidad, que se dibuja en forma de un heterogéneo mosaico en el que se conjugan tres valles diferenciados regados por el triple caudal de los ríos Miño, Arnoia y Avia.
A mayor abundamiento, su clima viene dado por su particular situación, delimitada por cadenas montañosas que actúan como barreras naturales que suavizan la llegada de lluvias del Océano Atlántico. Las condiciones climáticas son, por tanto, excepcionales para el cultivo de la vid. Su situación meridional en Galicia, favorece la protección del territorio frente a las borrascas subatlánticas y proporciona un ecoclima de transición oceánico-mediterráneo, húmedo y de temperaturas templadas de 14.5ºC de media anual, que permiten que el fruto de las viñas madure, conservando aroma y acidez. La pluviometría abonda y la insolación es suficiente: de 1.915 horas anuales.
Los suelos son fundamentalmente de índole granítica. Las texturas predominantes son franco-arenosas, a lo que hay que añadir, como señala el brillante geógrafo del Ribeiro, Augusto Pérez Alberti, los suelos antrópicos, “construidos” por los paisanos a lo largo de los siglos, rompiendo la capa de alteración y mezclando el sábrego (suelo granítico y arenoso descompuesto) con el estrume (abono de tojo combinado con bosta). Son los suelos característicos de los socalcos que se pueden observar en diferentes lugares, muy especialmente en las laderas de los ríos Avia y Arenteiro. La característica litológica no solo se advierte en los suelos, sino que está presente también en las viviendas tradicionales, construidas con recios muros de piedra granítica o de xistos (esquistos), mucho menos abundantes y, casi siempre, cubiertos por teja plana. Viviendas que se agrupan en aldeas apiñadas, situadas en muchos casos a la vera de los caminos.
El vino lo condiciona todo, el uso de la tierra, la distribución de las viviendas, con las bodegas en el bajo, y, por supuesto, la dinámica de los paisajes. Sus valles se configuran como agropaisajes vinícolas, marcados por los cambios cromáticos a lo largo del año, desde los verdes claros de la primavera hasta los dorados o burdeos del otoño.
Los siguientes datos ofrecen un elocuente testimonio de la riqueza patrimonial de la comarca del Ribeiro: cuenta con 90 pazos, más de 100 iglesias románicas, y alrededor de 50 prioratos y granjas medievales. Y, no es solo eso, esta tierra se enriquece además con afloramientos de aguas termales y balnearios, provistos de spa que se surten de ellas, en las que dar descanso y calor al cuerpo, y regocijo al espíritu. Todo esto reviste un valor imponderable para el desarrollo desestacionalizado y armónico del enoturismo en la estela de la ruta del vino del Ribeiro. El escritor y académico, Gonzalo Navaza, exalta, en sus décimas, con un brindis el privilegiado encanto del paisaje del Ribeiro y la excelencia de sus mostos:
“Brindemos pois, compañeiros,
amigos, irmaos, veciños,
por estes divinos viños
deliciosos, feiticeiros,
ouro e sangue dos senlleiros
acios e bagos de noso.
Viva o Ribeiro precioso
que tanta beleza encerra!
Viva o froito desta terra
de futuro venturoso!”.
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