Lalo Pavón
O AFIADOR
Cando a xustiza política chega tarde
A MESA Y MANTELES
La historia de nuestros vinos ha tenido varias inflexiones. Tras los ataques de la filoxera, el mildiu y el oídio, que dañaron gravemente las cepas en los albores del siglo XX, multitud de viticultores reaccionaron plantando cepas foráneas que se adaptaban bien, resultaban más resistentes y daban mayor rendimiento, pero todo ello en detrimento de la calidad que aportaban los viñedos tradicionales autóctonos. Así, se propagaron el Jerez (Palomino Fino) sobre todo en el Ribeiro, el Alicante (Garnacha Tintorera) en especial en Valdeorras, y también los híbridos productores directos. Estas variedades llegaron a constituir casi el 75% de los viñedos de Galicia. Resultaba, además, que muchas vides nobles estaban plantadas en terrenos poco adecuados y mezcladas con las variedades comunes, lo que representaba una seria dificultad para separar los racimos en la hora de la vendimia. La creación en esta etapa de las Denominaciones de Origen del Ribeiro y Valdeorras, sentó las bases para la posterior mejoría. Con todo, a mediados de la década de 1970 apenas había una veintena de bodegas que dispusieran de tecnología idónea para elaborar vinos de calidad. El tradicional minifundismo de nuestro sector agrario se reproducía de manera exacerbada en el dominio enológico. Se contabilizaban, así, casi 35.000 instalaciones con una capacidad inferior a los 50.000 litros, lo que suponía una ratio de menos de una hectárea por bodega. Tan sólo un centenar de bodegas disponían de una capacidad instalada superior a los 5.000 litros.
Fueron realmente muy relevantes las funciones que la cultura del vino desempeñó en el mundo tradicional asociado al policultivo de subsistencia característico del minifundio.
Unido esto a los habituales procedimientos de elaboración artesanales basados en el empirismo, con frecuencia un tanto toscos, el resultado fue el predominio de unos “vinos rústicos e inexpresivos”, que -con algunas sorprendentes salvedades que maravillaban a Cunqueiro por su originalidad- se limitaban poco más que a cumplir una función meramente nutricional en el marco de la economía de autoconsumo familiar. Ahora bien, en este plano de autosubsistencia, bien es verdad que con algunos excedentes que se comercializaban en el entorno (a veces en furanchos o loureiros), este vino tan básico ha sido esencial tanto para la economía campesina, como en lo que se refiere a la gastronomía y la sociabilidad. Fueron realmente muy relevantes las funciones que la cultura del vino desempeñó en el mundo tradicional asociado al policultivo de subsistencia característico del minifundio. El vino prácticamente no tenía alternativa, aportaba verdadera calidad de vida, puesto que era un alimento básico y un ingrediente insustituible en el trato social (la taberna y el bar) que servía también para ratificar un acuerdo, sin olvidar su condición de estímulo para afrontar el duro trabajo en el campo. Tenía entonces una función energética, de calefacción interior en invierno y obraba además como un refresco en el caluroso verano. Venía bien su cualidad euforizante para olvidar las penas y constituía, desde luego, una sustancia placentera, o capaz por lo menos de hacer un poco menos ingrata la dureza de la existencia. Obraba como agente terapéutico en las manos de menciñeiros populares y también se hacía uso de él en la botica como producto medicinal. Resultaba tan insustituible en la fiesta, como imprescindible en el momento de brindar levantando la copa en celebración del amor.
El avance que se registró en la mejora de nuestros vinos, a partir del último cuarto del siglo XX, fue realmente formidable. Se fue abriendo paso un espíritu de innovación que se plasmó en la modernización de la viticultura, con la recuperación de las variedades nobles que gozaran de una larga tradición en el país. Además, se implementaron eficientes técnicas enológicas. Fue decisivo en este proceso el impulso dado por el gobierno autonómico y la incorporación de España a la Unión Europea (CEE). Una historia de verdadero éxito.
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