De Ucrania a Ourense tres años después: "Mis hijos son felices aquí"
REFUGIADOS DE GUERRA
Tres años después del estallido del conflicto, solo un 30% de los refugiados han decidido retornar a su país de origen
En 2025, tres años después de la invasión rusa a Ucrania, la cifra de ucranianos censados en la provincia alcanza los 466, una gran parte de ellos todavía con condición de refugiados de guerra que encontraron en Ourense un lugar donde hacer hogar. Ourense recibía el 13 de marzo de 2022 al primer contingente, de 20 refugiados, que llegaban a Maceda en una expedición liderada los bomberos de la localidad, tras recogerlos en la frontera con Polonia. Todos los llegados entonces eran mujeres y niños que dejaban al padre de familia en el frente tras haber perdido sus casas.
El perfil actual lo siguen conformando mayoritariamente mujeres y niños, representando estos últimos más del 35% del total de los acogidos: 166 tienen menos de 20 años.
La rápida integración ha sido uno de los principales motivos que han llevado a la corriente de refugiados que inicialmente se asentó en puntos concretos como San Xoán de Río o Maceda a redistribuirse a otros puntos del mapa y desvincularse de los programas de acogida, habiendo sido capaces de establecerse por su cuenta en la mayoría de los casos.
De los acogidos en la provincia, solo “han regresado a Ucrania el 30%”, apunta Antonio Corredoira, cofundador de la Asociación Galega de Axuda a Ucraína e impulsor actualmente de la Fundación Europeos con Ucrania. La mayoría de los que retornaron eran principalmente mayores de 60 años, aquellos que veían más difícil la adaptación a un país que no sienten como suyo. “En general, los niños son los que mejor se han adaptado”, explica Corredoira, quien asegura que “la mayoría de ellos ya dominan el idioma y sus padres han encontrado trabajo aquí o siguen trabajando online para Ucrania”.
El estallido inicial de la guerra llevó a una movilización sin precedentes. “Mandamos autobuses y los acogieron familias de toda la comunidad”, señala el presidente de la Asociación Galega de Axuda a Ucraína. Familias que, aunque en un inicio se comprometieron a darles cobijo durante un periodo de seis meses, “en muchos casos ha sido bastante más tiempo”. Las dificultades para alquilar, relacionadas con algunos prejuicios, suponen ahora el mayor problema para los que quieren rehacer su vida de manera independiente.
“La necesidad no ha disminuido, al contrario, ha aumentado. Pasan los años y la gente se olvida, y ahora es mucho más difícil conseguir donaciones o acciones de colaboración”, reconoce Corredoira, que anima a quien tenga las posibilidades a sumarse a la ayuda humanitaria que sigue siendo “acuciante” entre el pueblo ucraniano, que ve la paz todavía como una utopía. “Se siguen bombardeando viviendas, hospitales o escuelas, y la gente tiene miedo, pero también esperanza de alcanzar una paz que, al menos, sea justa”, concluye Corredoira.
“Las bombas acabaron con las cinco floristerías que tenía allí”
Valentyna Lykhva llegó a Ourense hace solo tres años, aunque los siente como toda una vida. Junto a sus dos hijos menores, se vio obligada a sustituir la ciudad de Ucrania a la que estaba acostumbrada -Jarkov- por un concello de poco más de 200 habitantes como es San Xoán de Río, que los recibió con los brazos abiertos y les dio cobijo durante los primeros años de su huida. “Nos dieron una casa y se convirtieron en familia”, relata Valentyna en voz de su hija Lisa, que es quien habitualmente la ayuda con la traducción.
“Nos vinimos con la ropa y la documentación, todo lo demás se quedó en Ucrania, pero en ese momento solo nos preocupaba nuestra vida”, recuerda quien tuvo que vivir el horror de la guerra y quien vio caer una bomba a escasos metros de sus hijos cuando tuvo que salir a hacer la compra. También su hija mayor decidió quedarse, madre de un niño de tres años, no quería separarlo tan pronto de su padre, obligado a ir al frente. Aunque intentan hacer videollamadas, relata Valentyna, con cierta desazón, cómo cada vez “resulta más difícil mantener el contacto” y cómo el miedo se ha convertido en un habitual en sus pensamientos, sobre todo por su nieto. La rutina que conocía hasta ese momento había cambiado completamente: “Tenía cinco floristerías que destruyeron las bombas, al igual que el piso que teníamos”. Por ello, ahora que está construyendo una nueva vida, ha decidido traer sus flores a Ourense, abriendo una tienda en Celanova en la que, desde hace dos meses, puede “compartir el color” que hace un tiempo regía su día a día. Aunque es cierto que ha tenido que adaptarse, su intención es traer un poco de su cultura a Galicia y demostrar que “las flores son algo que se debe comprar todos los días”.
Con una sonrisa inquebrantable y con un agradecimiento que siente que jamás podrá pagar, el relato de Valentyna transmite la esperanza de una madre que intenta hacer de Ourense un hogar.
Refugiados
466
466 ucranianos están censados en Ourense.
35,5%
Más del 35% de los ucranianos que viven en Ourense son menores de 20 años.
30%
Solo el 30% de los refugiados ha vuelto a Ucrania.
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