La subida de los alquileres ahoga a las entidades sociales de la provincia

Limita la independencia de las familias vulnerables

El continuo aumento de precios y los requisitos de arrendamientos en la ciudad limitan la independencia de familias vulnerables

Estefanía Pérez, Ricardo Alfaya y Alba Huete, equipo del programa de vivienda de Cáritas.
Estefanía Pérez, Ricardo Alfaya y Alba Huete, equipo del programa de vivienda de Cáritas. | ALBA PEÑA

La crítica situación en materia de vivienda atiza a la población ourensana, con especial atención a los sectores más vulnerables de la provincia. Las continuas subidas del precio del alquiler se ha convertido en un obstáculo de grandes dimensiones para las decenas de familias que se ven incapaces de llegar a fin de mes. Según alertan desde la Federación Galega de Empresas Inmobiliarias (Fegein), la tasa de riesgo de pobreza en el territorio roza el 20%, mientras que 1 de cada 10 ourensanos solo podría acceder a una vivienda de protección oficial pública, a través de un alquiler social.

En este contexto, los programas de vivienda se transforman en vías de escape cada vez más demandadas por perfiles -hasta ahora- no tan habituales, como mujeres con hijos, familias al completo o jóvenes sin recursos. Estos programas sobreviven a pesar de enfrentarse a una doble problemática que sacude sus pilares: la dificultad para incrementar la red de viviendas y la imposibilidad de independencia para sus usuarios, incapaces de acceder al mercado del alquiler.

El cartel de completo es ya una constante que precede a unas listas de espera difícilmente abarcables para las entidades sociales ourensanas, que ven todavía más limitado su trabajo por unos propietarios que no ceden en cuanto a los requisitos de arrendamiento. “Tenemos familias que ahora mismo están trabajando y generando ingresos y aun así tienen muchas dificultades a la hora de encontrar una vivienda para poder independizarse”, traslada Alba Huete, trabajadora social en Cáritas Diocesana de Ourense. “Avales, seguros de impago, nóminas muy altas, muchos meses pagados por adelantado y trabajos indefinidos” son exigencias que cierran la puerta a la posibilidad de autonomía para cualquier unidad familiar que esté saliendo de una situación de pobreza: “Tienes una familia con unas condiciones que les permitirían salir, no pueden hacerlo por el alquiler y al final otras personas que están en una situación complicada no pueden entrar”. Un juego de poder en el que hoy, contrariamente a lo que podría suceder en otro momento, las familias con hijos lo tienen aún más complicado: “Hay muchas inmobiliarias que precisamente no alquilan porque hay niños. No lo ponen como tal en el anuncio, pero a la hora de presentar a la familia, pues ya se echan para atrás”. Lo mismo sucede en el caso de los extranjeros, que se ven sometidos a los prejuicios propios de una población en la que sigue predominando la desconfianza.

La cuerda floja sobre la que se sostiene la cuestión de los alquileres es también una problemática para otras entidades sociales como Cruz Roja, donde viven una situación muy similar a la expuesta por Cáritas. Perfiles vulnerables que no pueden dar un salto cualitativo en sus vidas por no poder acceder a un hogar. Y un acceso que depende, en gran parte, de la responsabilidad política. Para Benito Iglesias, presidente de Fegein, la “inacción municipal” en materia de vivienda por parte del Concello de Ourense contribuye a la sistemática destrucción de la oferta disponible, alimentando así que se sigan tensionando los precios al alza.

“De no ser por Cáritas creo que estaríamos en la calle”

El programa de vivienda social de Cáritas “sostiene” a usuarias como Dayanne Briseño, que dice haber encontrado en la entidad la única vía de escape para la situación límite en la que vivía. Llegó a Ourense desde Venezuela hace poco más de un año, alentada por una conocida que residía en la ciudad. “No llegamos a estar en situación de calle, pero de no ser por Cáritas yo creo que sí”, reconoce Dayanne. Junto a su pareja, la venezolana vive ahora en una casa compartida con otra familia, haciéndose cargo por iniciativa propia de los gastos de alimentación: “Cuando encontré trabajo decidimos pagar nosotros la comida porque hay personas que quizás tienen menos recursos y se les hace más difícil”. Su caso es el de otras muchas familias que, aunque cuentan ya con una nómina mensual, continúa a expensas de un mercado que no le da una oportunidad: “Lo que a mí me pagan tampoco es mucho, y está siendo muy complicado”. Barreras y dificultades que propician un futuro alejado de la provincia ourensana, en donde ven limitadas sus posibilidades a nivel de comunicación y en materia laboral. “Nuestra intención es reunir para poder irnos y que otras personas tengan esta oportunidad”, aspira una de las personas que encontró en la ayuda de la entidad social, un motivo para “seguir”.

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