Los vecinos de Rabiño permanecen en duermevela mientras numerosos coches de agentes de seguridad, criminalística y Protección Civil entran, salen, vallan y perimetran la aldea durante todas las horas de luz. Es difícil salir de casa y no toparse con alguno de los trabajadores que conforman el dispositivo, lo que para los habitantes impone un respeto que quita el sueño.
“Nos asusta muchísimo esta situación, estoy intranquila y no pude dormir en toda la noche”, afirma una de las residentes más cercanas al lugar de los hechos. “Esto impone mucho, sobre todo porque ocurra en un sitio más pequeño”, explica. “Quien me diría que estaba durmiendo a pocos metros de una asesina, nunca sabes el peligro que hay fuera”, puntualiza otra.
Nadie en la aldea conocía demasiado a Cristina Rodríguez, sabían quien era “porque siempre llevaba la música muy alta en el coche”, reconocen. Pero ni en misa ni en una fuente comunitaria expresaba muchas palabras, “más bien era poco comunicativa y con suerte te decía hola”, recuerda una de las residentes de Rabiño.
También hay quien señala que había sido investigada por presuntos episodios incendiarios. Los moradores de la casa contigua a la de Cristina relatan como una vez acudió a pedirles un encendedor que no devolvió, coincidiendo con unos meses en los que las autoridades la vigilaban por pequeños incendios que se habían producido en la zona (aunque no fue denunciada por ello).