El capitalismo fundamenta la política en España

En las elecciones de los últimos años se ha acentuado la negativa de los ciudadanos a seguir votando a los dos partido mayoritarios. El alto grado de abstención y voto en blanco ponen de manifiesta un cansancio del sistema.

En los momentos de confusión se impone la exigencia del rigor en los análisis, con la esperanza de que se verá luz y un trabajo alimentado por la necesidad de la paz, de justicia y de elegancia. El necesario debate y confrontación no debe perturbar nunca la vuelta al diálogo.

La esperanza constituye el impulso de la utopía concreta y la determinación fundamental de la realidad. No se trata solo de un rasgo fundamental de la conciencia humana, sino ajustado y aprehendido concretamente, de una determinación fundamental de la realidad. La esperanza no es cuestión de carácter o de estado de ánimo, más eufórico en unas personas y más apagada en otras, es un principio presente en la historia humana desde siempre, aunque desde la profundidad, oculto y no desplegado en toda su riqueza y densidad. Es un principio capaz de mover el mundo, pero necesita de un guardagujas que guíe de forma de una democracia real, el mundo hacia la liberación permanente de sus propios demonios. La burocracia formal es uno de ellos y no de menor importancia.

Con la tenacidad, la transparencia, la equidad, el respeto a los ciudadanos, la esperanza constituye uno de los elementos fundamentales de la políticos y de la política. Ese principio se hace más necesario en aquellas circunstancias de confusión proveniente de la quiebra moral e intelectual de la ciudadanía.

La esperanza debe ser un clima de confianza para el Gobierno, pero no un burladero de los grandes problemas.

Las abdicaciones y las dimisiones pueden ser el principio para dialogar sobre los problemas, pero el descontento, la profundización de las desigualdades sociales y la falta de perspectiva para la juventud requieren atajar con rapidez y decisión las contradicciones del sistema.