El que no llora no mama

Publicado: 28 jun 2010 - 09:50 Actualizado: 11 feb 2014 - 00:00

Muchos de mis colegas me entenderán cuando ahora diga que uno de los peligros a que nos enfrentamos a diario en nuestra profesión, proviene de los que yo llamo los 'abogados de taberna'. Sí, son esos tipos que, sin haber estudiado derecho, creyéndose sabedores de todo, en mitad de una conversación en un bar sobre un problema o revés jurídico que su amigo ha tenido, sea un divorcio, un pleito de lindes rústicos, o la reclamación de una pensión, le espeta: 'Pois eu teño un veciño que lle pasóu o mesmo, e o xuiz sí lle deu a razón'. O también: 'Pois eu conseguín no xulgado moito mais do que che deron a ti, e o caso era parecidiño'. Total, que al día siguiente tienes a tu cliente en el despacho con cara de pocos amigos, sometiéndote al tercer grado, exigiéndote, más que rogándote, que le expliques por qué no le has conseguido más pasta, o por qué tiene que pasar una pensión tan alta a su ex-parienta. Y por mucho que te esmeres en hacerle ver que había múltiples diferencias entre uno y otro asunto, o que, sencillamente, el juez consideró más creíble a la otra parte, es posible que se vaya del despacho con la sospecha de que, así lo piensa, quizás no has puesto todo de tu parte para la mejor defensa de sus intereses.

Uno de esos abogados de taberna debió ser el que convenció a una joven universitaria lucense para que plantease una demanda contra sus padres porque, pobrecita ella, pensaba que los 600 euros que le daban sus rácanos padres cada mes, además de pagarle el alquiler del pisito, no le parecían suficientes para una digna subsistencia; la indigente hija reclamaba del juez una condena a los padres para que elevasen esos míseros 600 hasta los 800 euros, qué menos, que mis papás pueden eso y mucho más, lo sé yo de buena tinta señor juez, que están forrados, y no hay derecho a que me tengan a pan y agua, que bastante dura es la vida del universitario fuera de casa, fiesta aquí, fiesta allá, que tengo muchísimos gastos, o sea. Créanme porque la noticia es verídica.

Para su consuelo les diré que el juez, con buen criterio, desestimó su demanda (es decir, la mandó, finamente, al carajo). Mas no contenta con la sentencia dictada, recurrió a la Audiencia Provincial de Lugo, que también rechazó sus pretensiones. Es decir, que tendrá que seguir 'malviviendo' con sus seiscientos euros de mierda. ¡Qué pena me da la criatura!

Dejando de lado lo esperpéntico de esta reclamación, y el choteo que debió montarse en el jugado con este parricida pleito, creo que hay algunos límites, en esta y en cualquier otra profesión, que no se deben traspasar. No sé los argumentos jurídicos que habrá esgrimido el abogado encargado de la defensa de esta chica ante el juez; lo que sí sé es que la ética y el ánimo de lo justo debieran presidir toda reclamación. Si el abogado tabernero llenó la cabeza de pájaros a esta ingrata arpía, y la hizo soñar con ser como Paris Hilton, ahí debemos entrar los que algo entendemos para poner coto a lo aberrante y absurdo. Esta chica deber creer que la que no llora no mama, y que el esfuerzo de su padres era escaso. Lo lleva claro. Ahora bien, quien le sigue el juego, debe pensar que en esta vida todo vale. Yo me resisto a pensar que tiene razón.

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