Opinión

Orteguita

Yo pensaba que Puigdemont, Quim Torra y otros sujetos así, sacados de Alicia en el País de las Maravillas, me iban a dar para ganarme la vida escribiendo artículos durante años, pero me equivocaba de medio a medio. Han aparecido en el panorama nacional unos mejores. Unos que en lugar de parecerse al sombrerero loco, la oruga azul o cualquier otro personaje más o menos simpático aunque ininteligible de la novela de Lewis Carroll, más bien parecen haber salido de la mente torturada de Lovecraft, Bram Stoker o Stephen King. Uno de ellos es Orteguita.

Pero dejemos a un lado a Orteguita por un momento y hagamos un aparte. Uno informativo para averiguar si Orteguita que se apellida Smith (o sea herrero en inglés) puede pensar en algo, aunque lo dudo. Con ese apellido me da la impresión de que en su cráneo solo hay una masa compacta de hierro fundido, más parecida a la que habría en el cerebro de un monstruo de Lovecraft que a la que podría haber en el de una persona. Y comprobémoslo. Aquí va el aparte informativo.

Julia Conesa, 19 años; Blanca Brisac, 29 años; Carmen Barrero, 20 años; Martina Barroso, 22 años; Luisa Rodríguez, 18 años; Elena Gil, 20 años; Pilar Bueno, 27 años; Adelina García, 19 años; Virtudes González, 18 años; Ana López, 21 años; Joaquina López, 23 años; Victoria Muñoz, 18 años; Dionisia Manzanero, 20 años.

Estas son "Las Trece Rosas". Las trece chicas que fueron condenadas a muerte y fusiladas por el franquismo el 5 de agosto de 1939 en las tapias del Cementerio de la Almudena de Madrid acusadas de rebelión, meses después de que hubiera finalizado la Guerra Civil. La mayoría de ellas como ustedes pueden suponer eran enfermeras, modistas, niñeras, maestras o las típicas cosas que eran las chicas entonces. Aparte de que todas pertenecieran a la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas).

Según Orteguita, no voy a llamarlo señor ni don, esas trece chicas, la mayor parte adolescentes, eran una especie de comando Abu Ghraib de violadoras y asesinas que se dedicaban a torturar y abusar física, psicológica y sexualmente de cuantos presos franquistas podían encontrar en las checas del Madrid republicano. No pondré en esta columna entre exclamaciones el taco que se me ocurre. Sigamos.

Orteguita ya estaba aquí desde hace tiempo arreglándose el nudo de la corbata antes de salir de casa, pero estas delirantes historias solo las contaba en familia, en las cenas de navidad para que las aplaudieran sus hijos (no sé si tiene) o sus nietos (no sé si tiene), ¡qué listo es el abuelo, caray, cuánto sabe!, o en los cumpleaños de sus amigos. Pero ahora las cuenta por la tele y las escuchamos todos. 

Yo creo que Orteguita debería regresar a su origen natural, que no sé si es “Los Mitos” de Cthulhu del citado H. P. Lovecraft, o el Mordor de “El Señor de los Anillos de Tolkien”, y quedarse allí para siempre. Orteguita.

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