Arturo Maneiro
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'Vinagre y Rosas es un disco bastante oscuro, crepuscular y muy literario.No es muy atractivo para el público, se atreve a decir Sabina. Vinagre y Rosas, el tema que da titulo al disco está en la frontera de las canciones mexicanas y habla del circo como algo decadente. La mayoría de las canciones son de desamor, no hay canciones más bonitas que las del amor roto.
Largo ha sido el camino de Joaquín desde 1981 en que debutó con La Mandrágora. Probablemente, el álbum más divertido de la música española. Una renovación con tonos humorísticos del folk español y de la figura de los cantautores, llevada a cabo en un tugurio madrileño por unos irreverentes personajes en estado de gracia: Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez, un extraordinario cantante cuyos desencuentros con Sabina hicieron que el trío se rompiera. Recuerda Sabina: Era una fiesta fantástica y maravillosa; ahí conocí a Krahe que me enseñó a no editar nada que me diera excesiva vergüenza y a tenerle respeto al hecho de escribir una canción. En La Mandrágora está el verso nunca enterrador alguno conoció tan alto honor, dar sepultura a quién era sepulturero mayor, refiriéndose al franquismo.
Dice Joaquín que tiene mala salud de hierro y que después del accidente pasó dos años de profunda depresión. Dejé las calles y los bares, pero no la madrugada.
Dice yo pertenezco a la generación de la heroína, he visto caer a mis amigos uno a uno en una lista interminable. Fui testigo de tantas muertes que me avisaron y no probé jamás esa maldita droga. Ahora estoy pasando una etapa de amor comedido; el amor es malo para componer rock, pero bueno para la vida. Joaquín, alejado de las musas, debido a su amor, tomó de la mano al poeta Benjamín Prado que estaba maltratado por las mujeres y era el filón justo para explotar. Ambos fueron a Praga y allí compusieron un puñado de canciones, que si no son las mejores son canciones aceptables como Embustero, Cristales de bohemia, Virgen de la amargura o Agua pasada.
Vinagre y rosas se escucha bien y se nota que Benjamín y Joaquín fueron buenos compañeros de viaje. Por otra parte, la melan colía, el ambiente culto de Praga, su majestuosidad y decadencia, la música en sus calles, la belleza trágica de su río y la sombra grandilocuente de sus torres, empujaron el disco.
En este tiempo hemos vivido una especie de combustión interminable, pero también implacable, porque no dejaban de ocurrírsenos cosas e ideas; nos quedábamos con las más hermosas, esas que se van contigo a las siete de la mañana. Hemos estado tan unidos que padecemos el síndrome de Estocolmo. Hemos tenido sietemesinos y nos los vamos a repartir; de modo que aquí estamos, él con su disco, yo con mi libro y los dos con nuestras canciones, cuenta Benjamín. A la hora de elegir a sus músicos Joaquín se ha decantado por sus viejos compañeros Pancho Verona y Antonio García de la Vega que tantos éxitos le han dado y que hacen tan eléctricos sus conciertos. Pidió la colaboración del dúo madrileño Pereza que le han dado un manantial de agua fresca. (La felicidad, esa extraña dama. Cuentan que un hombre se acercó al poeta Rimbaud y le dijo que era feliz; el poeta se lo quedó mirando y le espetó ¿cómo ha podido caer usted tan bajo?).
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