Mircea Cărtărescu y el crótalo de un tambor de revólver

Confieso que me hubiese gustado que el Premio Nobel de Literatura de este año lo ganara Mircea Cărtărescu, el novelista rumano que está revolucionando la literatura de ficción europea. Pero la justicia literaria suele ser mucho más veleidosa que la jurídica.

Lo especial de Cărtărescu es tal vez esa manera suya de filtrar lo extraño en el tejido de lo cotidiano. Es justo lo que ha hecho con una pequeña e inmensa novela titulada El Ruletista (Impedimenta, 2011). Se trata de un librillo que serviría para abanicarse una tarde estival sin cansar la mano: es la historia de “El Ruletista”, un pobre diablo que en medio de su ordinariez encuentra un prodigio: quiere morir, pero la muerte se le resiste como una especie de dama inconquistable.

Leerlo es entrar, sin saberlo, en el futuro de la literatura

En ese ambiente lóbrego y sórdido de los subterráneos de la Hungría comunista de los años cincuenta, nuestro hombre se convierte en la sensación de las hienas que acuden a las apuestas mortales de ruleta rusa: en una escalada de tensión, pasa de poner dos, a cinco balas en el tambor de un revólver que al girar, suena como el crótalo de una serpiente al acecho.

Cărtărescu reflexiona aquí sobre las maniobras del azar; para él, como para Albert Camus, la vida carece de sentido, y solamente lo adquiere cuando somos nosotros mismos quienes la dotamos de él. Leerlo es entrar, sin saberlo, en el futuro de la literatura. Lo leí hace poco, en un viaje corto a Santiago: al bajarme del andén, el mundo era tan hostil como siempre, y yo, deliciosa e inexplicablementemente, un hombre más tolerante y agradecido.