Opinión

Los otros paisajes de Catar

Catar, el pequeño país situado en el noroeste de la península arábiga con 11.571 kilómetros cuadrados y 2 millones 800 mil habitantes, de los cuales solo 250 mil son cataríes, se ha convertido, estos días, en centro de atención universal porque es el escenario donde se juega el campeonato mundial de fútbol.

La elección de Catar como país organizador del campeonato mundial de fútbol desde el 20 de noviembre al 18 de diciembre de 2022, estuvo envuelta en una oscura niebla de polémicas y presuntas prácticas corruptas desde el primer momento. No cabe duda de que el verdadero rey en Catar es el dinero y que tiene un poder sin límites ya que se movieron inmensas cantidades de dólares para que este mundial pudiera celebrarse en Catar. En Francia se están investigando posibles presiones en forma de sofisticados sobornos para que la FIFA concediera a Catar la organización de este mundial. El tribunal de justicia financiera de París investiga qué papel jugaron en la sorprendente concesión el expresidente francés Nicolaas Sarkozy y las inversiones del emir Altani en Francia, entre ellas la compra del equipo Paris Saint Germain así como la venta al emirato de material militar como la sustitución de los helicópteros Rafale por 12 Mirages 2000-5, helicópteros Tigre y Sistemas antimisiles de largo alcance. Los negocios de la Francia de Sarkozy con el emir Altani fueron múltiples y muy productivos. Tiempos de amistad, sonrisas y rosas. La justicia francesa analiza los prolegómenos de la cena celebrada el día 2 de diciembre de 2010 en la que Sarkozy apoyó la decisión de la FIFA de conceder a Catar la organización de los mundiales que ahora se están celebrando. En la sobremesa de esa cena, bajo las atentas miradas de Sepp Blater presidente de la FIFA,y del emir Altani, entre otros; Sarkozy dijo: “La decisión de que el Campeonato mundial de fútbol se celebre en Catar es una elección estratégica y política de primer orden ya que concede, por primera vez, a un país musulmán la organización de un acontecimiento de esa importancia.”

La investigación se centra en el papel que pudo haber jugado Sarkozy en la decisión, y el tejido de sombrío de favores económicos utilizados por parte del emir. No solo para el presidente sino también para otras muchas personalidades de su entorno. En esta cena celebraron la culminación del éxito, pero antes hubo otros encuentros considerados decisivos en la atribución del mundial.

Catar fue un territorio de polvo, arena y pescadores de perlas hasta muy entrado el siglo XIX, no había ríos, ni riberas verdes. Solo al sur, en dirección a Arabia Saudí se extienden interminables dunas de arena que hierven los vientos que llegan del sur e inundan de un calor inhóspito los poblados del norte, entre ellos, la capital Doha.

Hoy es el país más rico del mundo y la familia Altani que lo gobierna está impaciente por colocarlo en el mapa del universo. Este mundial, al que muchos califican como los “mundiales de la vergüenza” persigue el objetivo de convertir la capital Doha en la gloria del esplendor de Catar. Su riqueza se asienta en la friolera de 25 mil millones de metros cúbicos de gas natural que sitúan al país en el tercer puesto de las reservas mundiales, solo por detrás de Rusia e Irán. Desde ahora hasta el año 27, Catar calcula aumentar su producción en un 60% hasta llegar a un millón de toneladas, un maná para el emirato y también para los países europeos que ven en Catar la fuente para evitar la dependencia del gas ruso. Con este cúmulo de dinero quieren sumar a su pasado que consideran glorioso, la nueva arquitectura con edificios deslumbrantes y la brillantez de los espectáculos deportivos para epatar al visitante.

Para acoger de manera fastuosa a las selecciones que participan en el mundial, Catar ha construido 8 estadios, 64 centros de entrenamiento y muchas construcciones habitacionales para acoger a jugadores y aficionados con un costo total de 220 millones de dólares a los que hay que añadir unos 50 mil mas para climatizar los estadios. A todo esto hay que sumar el coste en vidas humanas que se sacrificaron para que todas las construcciones estuvieran a su debido tiempo. Durante varios años, no se contaban los muertos a pie de obras o se les cubría con un sudario de silencios o cifras mínimas hasta que el 23 de febrero de 2021, el periódico inglés The Guardian publicó que en Catar habían muerto 6.500 emigrantes en los trabajos de construcción. Esta cifra se obtuvo con los datos facilitados por las embajadas de Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh, Nepal e India. La mayoría de los trabajadores murieron a pie de obra, durante las horas abrasadoras de calor. Más que trabajadores se les trataba como esclavos. Fuentes oficiales atribuían estas muertes a causas naturales como paradas cardíacas. A la vista del escándalo levantado por estas cifras, el gobierno dictó varias leyes para paliar los perniciosos efectos, pero por temor a las represalias, los trabajadores no denuncian las condiciones de explotación salvaje.

En el paisaje urbano, los hombres y las mujeres ofrecen do estampas diametralmente diferentes. Los hombres visten largas túnicas blancas y la cabeza cubierta de keffies ornamentales. Las mujeres se cubren con la clásica abaya negra y cubren las cabezas con velos del mismo color, aunque conviene decir que las cosas no son los mismo que en Irán donde se puede castigar a las mujeres por llevar el velo mal puesto. En Catar no, pero a pasar de que las mujeres, al igual que los hombres, lograron el derecho a votar en 1999, la realidad está muy lejos de situar el emirato como un país multicultural y progresista como a veces nos lo pintan. La poligamia es cada vez más rara, pero existe en la clase alta y los que puedan permitírselo pueden tener varias mujeres y un número indeterminado de concubinas. Las relaciones sexuales entre cataríes no casados están castigadas con cinco años de presión. Las practicas homosexuales pueden conducir a la pena de muerte. La fobia contra el colectivo LGTBI es primaria y obsesiva. Lo estamos viendo en el mundial. Varias selecciones anunciaron que iban a llevar en los partidos brazaletes con la bandera arco iris, pero la FIFA con el impresentable presidente Infantino a la cabeza anunció que quienes osaran seguir esa consigna de protesta saldrían al campo con una tarjeta amarilla y serían expulsados del partido a la primera tarjeta que recibieran. La medida surtió los efectos deseados. Nadie se atreve a llevar un signo de protesta.

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