Las amistades de Errejón

Publicado: 01 nov 2024 - 00:19

El mundillo político está convulsionado y yo he desempolvado de mi biblioteca la novela de Pierre Choderlos de Laclos, conocida como “Las amistades peligrosas”, donde mediante un juego epistolar nos relata con la más absoluta naturalidad y divertimento los acosos sexuales del vizconde de Valmont a la virtuosa madame de Tourvel y sus maniobras de corrupción hacia la inocente joven Cécile de Volanges. ¿Por qué me he ido al siglo XVIII para recordar a un depravado elegante y culto como Valmont mientras los estamentos políticos de España se rasgan las vestiduras al descubrir los presuntos desmanes sexuales de Íñigo Errejón? Pura trampa de la mente. En aquel tiempo el acoso a las mujeres era una práctica común de los poderosos, todo el mundo lo sabía y no estaba mal visto. Sin embargo el literato, para cumplir con la hipocresía de los dictados morales, acabó condenando a los pecadores con la trágica muerte de Valmont y de sus dos principales víctimas. Esto, por fortuna, ya no sucede así y las corruptelas sexuales en nuestros días alcanzan el escarnio público, si acaso la condena de los tribunales de justicia y, por supuesto, los golpes de pecho de la hipocresía política como estamos viendo con la espectacular condena mediática a Errejón. La concordancia del suceso de ahora con el tiempo de Valmont no pasa de comprobar cómo el problema se mantiene y, una vez destapado el asunto, “todo el mundo lo sabía”.

A final del siglo XX se sabía que Ismael Álvarez, alcalde de Ponferrada del PP de Aznar, acosaba a la concejala de su partido Nevenka Fernández pero a los conservadores les costó dar la espalda a un tipo que acarreaba votos y poder a la formación. Los tribunales lo condenaron a una miserable indemnización y multa, la historia también acabó convertida en literatura por Juan José Millás y en película por Icíar Bollaín. La fortuna de aquel caso fue que Nevenka pasará a la historia de las mujeres humilladas por haber sido la primera capaz de conseguir la condena de un político poderoso, quien años después siguió siendo respaldado por los votos de un buen puñado de ciudadanos de su localidad. Sin duda en veintitantos años la realidad ha dado un pequeño vuelco. Pero seguimos viendo cómo a Plácido Domingo, acosador habitual según proclama el universo del bel canto, la derecha de orden en España lo sigue apoyando y programándolo en sus feudos. Hipocresía política manifiesta cuyos ejemplos son infinitos. En el caso de Errejón ha explotado.

Condeno las acciones de acoso a mujeres hechas públicas y aceptadas por Íñigo Errejón. Y como la gran mayoría de la ciudadanía de izquierdas me siento decepcionado y engañado por un personaje del que admiraba su talento político. Y me indigna la tendencia a considerar un simple problema sanitario sus inclinaciones sexuales. Pero también molesta ver elevado a la categoría de drama institucional un asunto de la desviación del político y tratar de convertirlo en ariete contra el Gobierno de Pedro Sánchez porque “lo sabía y lo ocultaba”. En ese territorio de la hipocresía partidista nunca escuchamos desde la derecha criticar a Juan Carlos I por sus desmanes lúdicos-sexuales-económicos con sus amistades peligrosas, que todo el mundo sabía. No sigo, los ejemplos nos abruman.

El caso de Errejón evidencia una vez más que en la vida pública es muy difícil saber quién es la persona que se sienta a tu lado, con la que negocias o disputas. Sólo cuando se le descubre ladrón, malversador o acosador nos sorprende que fuera una amistad peligrosa y que todo el mundo lo sabía. Seriedad y rigor, por favor.

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