La castaña celta y la romanización

Publicado: 19 nov 2022 - 21:31

En la película “La vida de Brian”, de los Monty Python, el líder del Frente Popular de Judea, trataba de agitar los espíritus de los miembros de su célula revolucionaria planteando una pregunta, pretendidamente retórica. De modo que les inquiere, muy ufano: Pero, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?, esperando un clamor derogatorio. Para su sorpresa, sus compinches rebeldes van desgranando uno tras otro un amplísimo repertorio de relevantes contribuciones de la romanización. Si la pregunta se formulara en Galicia, habría que reconocer como aportaciones singulares: las excelentes y nunca vistas vías, el latín (matriz del gallego), el vino y -no hay que olvidarlo- la gallina. No es menguada aportación. ¿Trajeron también consigo plantones de castaño, o este árbol estaba ya presente en la mítica lubre? (ya saben: el legendario bosque sagrado donde, en las noches de luar, los druidas celtas oficiaban sus rituales).

La cuestión es polémica, pero existen algunas certidumbres. Se sabe, por ejemplo, que el cerdo celta y quienes pastoreaban aquellas primitivas piaras, se nutrían ya con enjundiosas castañas, tan necesarias para afrontar los inviernos merced a sus potentes calorías y sabrosos hidratos de carbono. Todo parece indicar que el castaño estaba presente en estado silvestre en Galicia desde el Pleistoceno, lo que significa que esta especie es autóctona, pero la domesticación e introducción de su cultivo -porque este árbol necesita ciertos cuidados, de lo contrario se empobrece y degenera- no se llevó a cabo antes de la dominación romana.

Empero, de los análisis polínicos se desprende que, aunque esta especie estaba presente, no era demasiado abundante, por lo que nada hacía sospechar la importancia que llegaría a adquirir con posterioridad. Presentaba además una gran heterogeneidad. Héitor Picallo estima que en la época de los castros había en Galicia más de cien variedades distintas de castañas. Esto se debió, en buena parte, a la gran dispersión de la población que ha caracterizado a Galicia, lo que provocó un esfuerzo por cultivar el castaño prácticamente en todo el territorio, lo que hizo aconsejable la selección de variedades muy diferentes para que se adaptasen mejor a las distintas condiciones edafoclimáticas (prefiriendo, en general, las castañas que tuviesen baja tabicación, adecuado tamaño, bajo rajado, etc.)

Ahora bien, el panorama mejoró sensiblemente cuando la legión romana mandada por Décimo Junio Bruto, cruzó el río Limia, (el temido Leteo, o del olvido, que tanto temor infundía a los legionarios), cuando corría el año 138 a. C. La romanización aportó una serie de variedades de fruto que resultaron mucho más productivas que las que existían en el país, sirviendo de punto de partida para una expansión del castaño por toda la región. Se tiene por cierto también que fue en el período de la romanización cuando se introdujo el verdadero cultivo del castaño en Galicia (poda, abonado, mejora en la selección, etc.)

Los castaños autóctonos (Castanea sativa) son “cultivares” que producen un tipo peculiar de castaña que procede de una serie de selecciones operadas en el transcurso de los siglos. La proliferación de castaños de calidad en Galicia fue históricamente posible merced a las idóneas condiciones edáficas y climáticas reinantes en las zonas de producción, sobre todo en los montes. Pero esto no fue suficiente, puesto que ha sido también el resultado de la actuación protagonizada por los agricultores del país que se sirvieron de técnicas tradicionales de cultivo para conseguir una mayor productividad y la optimización de la calidad. Un intenso y empecinado trabajo de selección llevado a cabo a lo largo de los siglos por los labradores gallegos en los ‘sotos’, entendiendo por tales las plantaciones formadas por árboles de igual o semejante edad a las que se aplican las mismas prácticas culturales. Los sotos constituyen, por lo tanto, un modelo productivo aún vigente nos nuestros días, lo que testimonia la larga perduración que tuvo en Galicia de la cultura de la castaña.

Para finalizar, me consta que no fueron pocos los que se alegraron cuando el Souto de Rozabales, en Manzaneda, fue declarado monumento natural, por su extraordinaria belleza y gran valor paisajístico. En este mismo municipio ourensano se encuentra el castaño no podado de mayor circunferencia de Galicia, conocido como el Castaño de Pombariños, que posee nada menos que 13,85 metros de circunferencia y más de 1.000 años de edad.

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