Arturo Maneiro
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El Prestige del Gobierno sanchista
Sabe que no va a ganar. De tres competidores, él quedará en tercer lugar. Patxi López sabe que no va a ganar pero aspira a influir en el día después. Ese día en el que, gane quien gane, el PSOE se tendrá que mirar al espejo y decidir qué quiere hacer con su vida.
A medida que ha ido avanzando la campaña de las primarias, el que fuera un breve presidente del Congreso ha ido perfilando su discurso para centrarlo en permanentes llamadas de alerta sobre la suerte futura de su partido. "Alguien se tiene que quedar para recoger a los heridos", afirman desde su equipo, avanzando así el papel que López quiere jugar el día después. Intuye el político vasco que el PSOE, gane quien gane las primarias, es un partido destrozado, laminado por las inquinas internas que sólo podrá resurgir si se hace un inmenso esfuerzo de integración. Y es aquí, en el espacio del esfuerzo por unir, en el que Patxi López se está colocando y quiere seguir trabajando a partir del día 21.
Su diagnóstico de la situación del PSOE es realmente pesimista. Destila preocupación y ha sido él quien ha puesto voz a un sentimiento cada vez más generalizado en el socialismo español que asiste perplejo al desarrollo de los acontecimientos.
Aunque estamos todos muy ocupados con los escandalosos episodios de corrupción, la polémica sobre los fiscales y demás avatares que están proporcionando al PP y al Gobierno días "horribilis", nada más importante para la democracia española, para la suerte de la legislatura, que la propia suerte del PSOE. Un PSOE desnortado y alocado sería una pésima noticia para el sistema. Si esto ocurriera, los que están a su izquierda -Podemos- harían el negocio del siglo y hay riesgos que de ninguna manera debe correr nuestro sistema democrático.
A escasas fechas del debate y a tenor de lo declarado por los equipos de los tres aspirantes, será un debate de guante blanco. Saben los tres que una sobreactuación, un fallo en las formas, una beligerancia desmedida hacia el adversario, será penalizado por unas bases extraordinariamente movilizadas pero deseosas de que "esta pesadilla acabe".
Y es que estas primarias tienen mucho de pesadilla en la medida que las mismas han desbordado las previsiones. Esta siendo una campaña más dura de lo imaginado, la recogida de avales ha dejado de ser un trámite para convertirse en un pugilato, y quienes salían -Susana y su equipo- convencidos de que su poderío lograría un impacto entre la militancia favorable a sus tesis, se han encontrado con lo que no esperaban: un Pedro Sánchez resurgido de sus propias cenizas que retomando su famoso "no es no" ha encandilado a una importantísima parte de la militancia que no se ha dejado impactar por el poderío de su adversaria Susana Díaz que ha hecho del triunfo electoral el nudo central de su discurso.
Las espadas va a estar en alto hasta el último segundo y el nerviosismo se ha instalado en las filas socialistas. Probablemente, y si cumplen su propio compromiso, el debate del lunes, será, con toda probabilidad, el único espacio de un cierto sosiego que no está reñido con el debate y la diferencia de ideas. El que rompa la baraja de un mínimo buen estilo se habrá dado un tiro en el pie y en ese error el único que está libre de caer es Patxi López cuyo discurso adquirirá relieve ese temido y esperado día después.
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