La deuda no es energía

Publicado: 25 mar 2025 - 03:40

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Algunos políticos creen que a la deuda pública se le puede aplicar la Ley de la Conservación de la energía que establece que esta ni se crea ni se destruye se transforma. Se transforma al parecer en algo etéreo y desaparece como por arte de magia. En sentido contrario, nada explica que la deuda de nuestro país haya alcanzado alegremente casi los 2 billones de euros, y mucho me temo que lo peor esté todavía por llegar.

Será así porque habrá que digerir la condonación de la deuda de Cataluña (17.000 millones de euros), el incremento del pago de pensiones, la subida de los salarios públicos y las nuevas incorporaciones de trabajadores públicos. Sin olvidar los intereses de la deuda (fácilmente unos 4.000 millones extras), y que el hecho de haber subido el PIB en términos nominales mucho más que Alemania, Francia e Italia, hará que tengamos que aportar más a la Unión Europea. Y todo ello sin contar con la presión para aumentar nuestro gasto en Defensa (se habla de 15.000 millones) dentro del plan Rearme de la UE, lo que sin duda supondrá más déficit y deuda.

Desde que Pedro Sánchez tomó posesión del cargo en junio de 2018, la deuda ha crecido a un ritmo de 2.025 euros por segundo o 121.500 por minuto. Decía Benjamin Disraeli que “La sórdida avaricia y la loca prodigalidad, atemperándose la una a la otra, dan el peor resultado”.

Y como la deuda hay que pagarla, las próximas generaciones se enfrentarán a una situación escalofriante: una deuda por habitante muy superior a 2,5 veces el Salario Mínimo Interprofesional, lo que se alcanzará justo si este Gobierno se mantiene y no se convocan elecciones hasta el 2027. Vamos, que miremos por donde lo miremos, o se sacan de la chistera nuevos impuestos, o el gobierno busca deuda como Diógenes con su maravillosa lámpara, o dejamos que la inflación se dispare por encima del 4 %.

¿España va bien? ¿La economía es un “cohete”? Pues parece que no.

Milton Friedman definía a esta como el “impuesto invisible”, un medio artero empleado por los gobiernos para obtener ingresos y erosionar la renta y la riqueza de los individuos sin el desagradable y engorroso trámite de pasar por el Parlamento. Esto supone ignorar uno de los principios básicos de la democracia, algo que hace sistemáticamente el Gabinete de Sánchez.

La inflación junto a las 81 subidas impositivas aplicadas por el Gobierno, han deteriorado el nivel de vida de los hogares, pero a su vez, proporcionado suculentos ingresos al Ejecutivo para financiar su disparatada y exponencial estrategia de gasto.

¿España va bien? ¿La economía es un “cohete”? Pues parece que no. El éxito o el fracaso de una política económica se miden en última instancia por su incidencia sobre el nivel de vida de los ciudadanos y la realidad es que la inflación se está comiendo el poder adquisitivo de las familias, que además y no lo olvidemos, van a tener que ser los que devuelvan la deuda que se está acumulando.

En su frenética búsqueda de votos, Sánchez derrocha cantidades ingentes para atraerse a determinados sectores y, a pesar de subir los impuestos hasta límites confiscatorios, necesita endeudarse cada vez más, para pagar sus promesas. Konrad Adenauer, que junto a Ludwig Erhard, ordenó la economía alemana de posguerra, aseguraba que a los Gobiernos no los derrumban los errores ideológicos y políticos, sino la incapacidad en la gestión económica. Así es que todavía hay esperanza.

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