Días de reflexión

Los contundentes resultados de las elecciones autonómicas en Extremadura han dejado un sinnúmero de notas a pie de página que obligarán a todos los partidos contendientes a intensas jornadas de reflexión acerca del éxito y fracaso de sus distintas estrategias de cara a las próximas elecciones del mismo carácter que están previstas, y acerca de cómo la situación nacional influye en los comicios locales.

La victoria de la presidenta extremeña, María Guardiola, al frente del PP, deja muchos flancos al descubierto. Si al adelantar las elecciones pretendía deshacerse de Vox para gobernar con las manos más libres, la reflexión es la de una amarga victoria por cuanto la subida de la ultraderecha ha tenido también el mismo carácter de incontestable, y ahora el partido de Santiago Abascal puede hacerle pagar aún más caro su apoyo a la investidura, tendrá todo el derecho para reclamar su presencia en el ejecutivo extremeño o hacerle pasar por las horcas caudinas de un pacto a la valenciana, tácito o expreso. A efectos políticos extremeños, si Guardiola convocó para lograr una mayor estabilidad de su gobierno y manos más libres, no ha conseguido su objetivo. El PP extremeño y nacional también deberán reflexionar sobre sus campañas electorales, a los que se les hace larga la última semana y comete errores de bulto, como no asistir al último debate entre los candidatos o exagerar anécdotas a las que quieren dar una trascendencia inusitada, con el efecto de poner en cuestión los fundamentos de la democracia.

Si Pedro Sánchez cifra su estrategia electoral al miedo que provoca “que viene el lobo”, el mensaje de los extremeños ha sido el de negar su efectividad, y que va a necesitar poner sobre la mesa alguna idea novedosa si no quiere que se suceda una cadena de resultados nefastos.

El verdadero éxito de la presidenta extremeña, que ha logrado el apoyo del 43% de los ciudadanos de su región, cifras propias del PSOE, cuando Extremadura era uno de sus graneros de votos, ha sido provocar el hundimiento socialista causado por la confluencia de un mal candidato, Miguel Ángel Gallardo, que se presentó bajo la losa de su procesamiento y la maniobra para conseguir su aforamiento, y la sensación de fin de ciclo en el Gobierno de la nación por los casos de corrupción y de acoso sexual que han afectado al PSOE, además del desgaste provocado por su debilidad parlamentaria y las exigencias de sus socios de investidura. Si Pedro Sánchez cifra su estrategia electoral al miedo que provoca “que viene el lobo”, el mensaje de los extremeños ha sido el de negar su efectividad, y que va a necesitar poner sobre la mesa alguna idea novedosa si no quiere que se suceda una cadena de resultados nefastos.

Mientras tanto, Santiago Abascal espera sentado a la puerta de la sede de Bambú a ver pasar a sus adversarios muertos o gravemente heridos. Ya ha visto que no tiene que hacer nada, seguir al margen de las labores de gestión para que no se vean sus carencias, golpear a derecha e izquierda, generar la sensación de que hay problemas donde no existen y vender su apoyoo cuánto más caro mejor, y que otros hagan el trabajo por Vox.

La izquierda a la izquierda del PSOE tiene mucha materia para reflexionar sin caer en el espejismo extremeño. Ha subido en votos y escaños, ha asumido una parte de la pérdida de votos de los socialistas sin rentabilizarlos del todo, IU sigue siendo la argamasa de cualquier iniciativa de este proyecto, la unidad tiene premio cuando tiene implantación en el territorio y se minimizan las peleas internas. Extremadura puede ser la única alegría para Podemos, mientras que Sumar y Yolanda Díaz tendrán que esperar a las elecciones en otras comunidades autónomas para confirmar su masa crítica.