Antonio Casado
Cumbre de la desunión europea
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Todo el mundo está cambiando alrededor. Las caras, la ropa. La manera de caminar. Yo mismo cambio todo el rato. Será la edad, supongo, que me crecen las tetas y los domingos me gusta madrugar para desayunar.
El pelo se vuelve blanco y bromeo y les digo a los demás que se pone rubio por el sol. El pelo blanco se declara en rebeldía. Sin forma. Sin esperanza. Exigiendo una jubilación.
Será la edad, que de pronto la música está muy alta, y asoma la vergüenza al bailar. Bailar, como si todos aquellos espasmos arrítmicos y demoniacos que nos poseían tuviesen algún tipo de forma. De ritmo, de sentido.
Todavía te recuerdo, allí, con los brazos encogidos y las piernas arqueadas. Y me pregunto por qué en este bar no hay sillas y mesas, si los gatos estarán bien. Si la monstera del salón tendrá suficiente agua.
Me pregunto dónde estaban antes todos estos pequeños dolores en los codos, en las rodillas, o cual es el extraño motivo por el que unas Sketchers de repente pueden parecer una buena idea.
Será la edad, supongo, que la Dyson se convirtió en un acontecimiento de tal magnitud, que me pasé varias horas aspirando donde no había que aspirar. Antes en los baños de los pubs, ahora en el cuarto de estar. Y el queso que está carísimo.
Pero será la edad, sí, la edad, que cuando suena el teléfono respondo apresurado por si esta vez sí pasó. Y le doy las gracias al señor de la fibra por el alivio de hacerme otra oferta que nunca voy a aceptar. Y en la nevera solo hay leche sin lactosa, cerveza sin alcohol. La nevera sin. Y un puñado de kiwis que me miran esperando su turno, con la piel mohosa, a ver si al fin decido regular el tránsito intestinal.
Será la edad, que todas las entradas de conciertos ya son de grada y no de pista.
Que el colchón es una inversión de futuro, que ahora uso mucho las palabras retinol, jubilación. Y hay un silencio fúnebre si se me ocurre decir que “todo ha salido a pedir de Milhouse”, o que “estábamos tomándonos un descanso” como si alrededor nadie entendiese nada. Que una chaqueta por la noche nunca sobra. Que cuando te cancelan un plan es una victoria. Que dormir fuera de casa depende de si hay posibilidad de tener baño propio. Que mejor salimos el viernes y así el lunes duele menos. Que ya no tengo edad para esto, ni cuerpo para lo otro. Que solo quiero uno que hace tiempo que dejé de fumar. Que toda la culpa es del capitalismo.
El Charol, el Patio, el Down. Que ya no están. Que como pasa el tiempo, que ya se me acabó el minoxidil, y quieren que sea presidente de la comunidad. Que tengo que empezar a ir a andar.
Será la edad, que estoy deseando terminar de escribir esta columna para poder llegar a casa y preparar algo de cenar.
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