Opinión

EDITORIAL | La plaza de As Burgas sin rianxo

La fotografía que proporciona la evolución de las obras de este mercado resume alguno de los males que asolan Ourense. Hoy, abordar con éxito la reforma integral es otro de los puntos estratégicos del futuro de la ciudad

Tiene su mérito lo que ha logrado hacer la política municipal ourensana con la obra de la Plaza de Abastos. En lugar de tener ya articulada la imprescindible reforma del rianxo y todos los detalles del futuro mercado, el debate de los últimos meses se ha transformado en cómo se ha podido perder una parte de la subvención concedida en 2015 para las mejoras en el edificio principal. Mientras España habla de captar fondos europeos, el gobierno de Jácome no ha logrado ni retener esos 600.000 euros de los 3,6 millones adscritos al fondo estatal del 1% cultural por no acreditar avances en un proyecto esperado desde hace tres décadas y en el que él, como nunca ocultó, ni siquiera cree. Si otras ciudades gallegas ya han superado con éxito el debate de cómo actualizar el modelo de mercado tradicional tras su reforma en la primera década del siglo XXI -véase Santiago, A Coruña o Vigo-, Ourense llegará veinte años tarde a la discusión pese a la sobresaliente pujanza de sus placeros y a las demandas vecinales, que reclamaban mejoras en el complejo para ganar en calidad del servicio y han acabado perdiendo durante más de cuatro años la Alameda por esa solución provisional. 

La fotografía puede ser un buen resumen de algunos de los males de esta ciudad: ineficiente gestión política, problemas burocráticos -ahí está, entre otros, la figura del interventor-, enfrentamientos inexplicables, crisis variopintas, repercusiones ciudadanas y el papel distorsionador del actual alcalde. Su arco narrativo empieza en 1993, cuando se inicia un proyecto para la reforma del mercado que acaba parado por sombras en su adjudicación, y desemboca en 2021, cuando deben terminar las obras del edificio principal. Por el medio hay una delirante sucesión de capítulos que abarcan una recesión que laminó el proyecto inicial -que sí incluía la reforma del rianxo-, okupas durante año y medio, varias prórrogas y retrasos injustificables -con Jesús Vázquez de alcalde la licitación del proyecto tardó cuatro años-. Ahora, la esperada recta final de las obras no puede ocultar el diagnóstico: sigue pendiente la reforma del rianxo, la pavimentación exterior, el aparcamiento o concretar el concepto y los interiores del edificio. 

En cada uno de estos olvidos se plasma la disociación entre el indudable atractivo de este espacio comercial y su posición en la escala de prioridades municipal. Los comerciantes del rianxo, por ejemplo, llevan más de una década quejándose de las consideradas como ellos mismos “condiciones insalubres”, señalando a los suelos, los tejados de uralita, las malas canalizaciones o la pobre iluminación. Y los partidos políticos lo han logrado convertir en otro de esos temas guadianescos que aparece o desaparece de las agendas según seas gobierno u oposición. Y ahí está la hemeroteca: la mejora del rianxo sí estaba en el proyecto de reforma original de la plaza del PSOE y BNG de 15 millones de euros, pero con los recortes de la Gran Recesión acabó suprimido junto a otras actuaciones en la reforma finalmente activada en 2014. El BNG pidió la mejora del espacio en 2019 y los socialistas volvieron a reclamar la modernización en 2020, tras no apoyar junto al PP una moción de DO sobre este tema en 2017. El pasado viernes PP y Cs rescataron el tema en el pleno y Jácome en Alcaldía fue explícito desde el minuto uno: cuestionó a los placeros y llegó a poner en duda la idoneidad de invertir dinero público en la reforma, avanzando como en tantas otras cosas a contracorriente de lo que se espera de un regidor.

Pero mientras en los plenos se debatía sobre la Plaza, sobre ella se han ido asomando okupas, vándalos, botellón, robos e incendios. Por lo visto, tres décadas de retrasos en las obras no ha sido suficiente para armar en Ourense un consenso para el día después y por eso el pleno del pasado viernes fue de nuevo tan clarificador: Jácome valoró la obra del mercado como “un marrón”, renunció a convocar la comisión de seguimiento por ser una “xuntanza” y evidenció su nulo interés por dialogar con los placeros. Qué absoluta irresponsabilidad. Por estas cosas, y por tantas otras, sobre el resto de la corporación debe recaer hoy cumplir estos retos pendientes y asumir la importancia de la reforma integral de una Plaza de Abastos que, no lo olvidemos, generaba antes del inicio de sus obras 25 millones de euros al año y 240 empleos directos. Aquí está otro de los temas estratégicos del futuro de Ourense.

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