Opinión

La fiesta de San Lázaro

La religiosidad popular y las muestras hagiográficas en la ciudad de Ourense debieron ser muy importantes dado que abundan ermitas y capillas tanto extramuros como intramuros de la misma. Los orensanos festejaron los santos protectores de la ciudad y prueba de ello es que en su entorno fueron surgiendo las capillas y ermitas de Santa Eufemia en Mariñamansa, de Santa Águeda en Seixalbo, de San Antonio en A Granxa, de San Roque en Mende, de la Virgen de Portovello en As Lagoas, de San Mauro en Oira, de San Marcos en Cudeiro, de Santa Catalina en Reza Vella (O Pino), de San Vicente en Loredo, de la Virgen de As Nieves en Piñor, de San Benito en Cabeza de Vaca, de San Juan de A Farixa en San Ciprián de Viñas.


Intramuros de lo que es hoy la ciudad surgió la de Nuestra Señora del Posío en el campo de este nombre, la de San Cosme y Damián, la de San Lázaro en el campo del mismo nombre, hoy Parque. También se levantaron Lazaretos y hospitalillos como el de Seixalbo, el de Mariñamansa, el de la Trinidad y el de San Lázaro, considerado uno de los santos protectores de la peste igual que el de San Cosme y San Damián, abogados delante de Dios de los apestados.


El culto a San Lázaro en la ciudad de Ourense data del siglo XII. Fue entonces cuando se levantó la primera capilla, llamada hoy de ‘San Lázaro o Casco Vello’ y un hospitalillo en 1119, situado fuera de lo que es hoy el Parque, donde se levanta el Colegio Curros-Enríquez.


Con el paso del tiempo se levantó otra capilla dedicada a San Lázaro al final del barrio Nuevo, en la cabecera del actual Parque de San Lázaro. En 1895 fue inaugurada una nueva capilla obra del arquitecto Querat, dado que la anterior fuera afectada por la construcción de la carretera a Monforte. Esta capilla podíamos situarla donse yergue el templo de San Francisco, trasladada a su lugar actual desde el convento de este nombre en 1929.


Más tarde aquella capilla fue trasladada a Peliquín (Oira) donde se reedificó en 1983. Nuestros antepasados acudían a los santos para todo, para pedir favores, para darle gracias y para hacerle la fiesta. A San Lázaro venían los apestados llamados ‘gafos’ (leprosos, lisiados, mendicantes, sordos, reumáticos, inválidos y deformes). Estos el día de la fiesta besaban el santo, le pasaban el pañuelo para pasarlo después por su rostro creyendo que por ley de contigüidad pasaba a ellos la salud.


Acudían a la procesión, a la misa algunos con los pies descalzaos y de rodillas y comprando objetos religiosos: estampas, rosarios, figas, cabezas, pies y manos de cera. La fiesta tenía igual que hoy dos dimensiones: una religiosa que contaba de novena, misa y procesión con el santo. En la fiesta profana que se hacía en el campo de San Lázaro hubo siempre grupos de gaitas del país, tamborileros, bandas de música, cucañas, gigantes y cabezudos llamados también ‘Xigantonas’ y ‘amazonas’, baile, concursos, fuegos, voladores, bengalas y arcos de estrellas.


En las calles de Santo Domingo, de Curros Enríquez y las que hoy rodean el Parque desde la víspera se instalan puestos de rosquillas y melindres de Ribadavia, golosinas de todo tipo, globos infantiles, productos artesanos y caseros. Lo que le daba al entorno un aire festivo.


Suenan bombas y cohetes y repican campanas.


A la una del mediodía en la calle Curros Enríquez, frente al edificio de la subdelegación del Gobierno se instala una plataforma, en la que se colocan las madamitas y los madamitos (muñecos hechos de un armazón de alambre recubiertos de papeles de colores elegantemente vestidos y rellenos de pólvora lo que hace girar el muñeco sobre la plataforma hasta su total descomposición. La quema de las madamitas inunda el ambiente y esparce con el entorno un olor intenso a pólvora. Se trata de un espectáculo al que asiste una gran multitud de personas de la ciudad, de los pueblos de afuera, se dan cita en este evento festivo pleno de significado. Es el último acto de una mañana festiva dedicada a San Lázaro.


Una tradición vinculada con los ritos carnavalescos y con la ‘estoupa do xudas’ que se hace el domingo de pascua en la explanada del Santuario de las Ermitas, en el oriente ourensano. La quema de las madamitas significa el final del invierno y de la cuaresma, el triunfo de la vida sobre la muerte, tiempo en el cual los ourensanos morimos al pecado prefigurado en la quema de las madamitas y resucitamos a la vida nueva que Jesucristo nos regala el día de Pascua (de aquí el refrán: Lázaro, Ramos, en Pascua xa estamos’....


No faltan romeros y visitantes que llevan a sus casas las cenizas de las madamitas a las que le atribuyen poderes curativos de las enfermedades de personas y animales.



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