Opinión

Otro gran espectáculo televisivo de la marca Inglaterra

El mundo entero asiste de nuevo a una gran operación de marketing británico con la segunda parte de la sucesión a la Corona: Si primero nos saturaron hasta el hartazgo con los sepelios de la madre, ahora nos ofrecen la coronación del hijo que es, otra vez, un gran espectáculo televisivo para asombro de la humanidad. Yo confío en que los españoles no nos incorporemos en masa a la que se va a entusiasmar con ese evento. Pero quiero aprovechar para decir algunas cosas: En un clásico libro en el que se explican las características del sistema monárquico, escrito por sir Ivor Jennings, se señala que todos los ingleses son conservadores, “hasta los laboristas”. Quiere decir que, pese a las divergencias políticas, las dos grandes formaciones tradicionales convergen en ese mismo sentimiento con respecto, por lo general, a la Corona, como elemento simbólico del país, si bien en las últimas generaciones también han aparecido republicanos, de manera más simbólica que otra cosa, que critican los privilegios y frivolidades que, como sucede con la familia real española, comparte las mismas o incluso empeora las de cualquier familia plebeya y normal.

Lo que sí que despierta curiosidad es saber si, luego del interminable y tradicional ceremonial de su coronación clásica, Carlos III traerá alguna novedad a su reinado. Con ese tan admirable humor británico, se dice que “el rey debe reinar sin molestar”. Y pese a que conserva importantes poderes de intervención pautada, que excepcionalmente usó Isabel II, también dice que, aunque el rey conserva ciertas capacidades arbitrales, “debe acostumbrarse a toca el pito lo menos posible”. Y en ese sentido recuerdan que hasta cuando se inaugura el Parlamento, el rey se limita a leer el discurso que le ha escrito el Gobierno. Sus discrepancias, si las tiene, las puede manifestar de modo privado a su primer ministro. Es que, aunque no tengan una constitución escrita, sí tienen un eficiente sistema constitucional que está formado por la Corona, el Parlamento (esencialmente los Comunes, y una presencia más que otra cosa simbólica de los otrora poderosos Lores), la Justicia (con enorme capacidad para la interpretación y desarrollo de las leyes), el Gobierno y los partidos, a lo que se une el creciente peso de la opinión pública.

Sir Jennings se refiere al carácter emocional de los británicos y a algunas particularidades que los hace diferentes. Un alemán o un español diría, en su caso, que “sirve al Estado”, pero un inglés dirá “que sirve a la reina”. Y no porque la reina o el rey encarne al Estado, sino porque lo representa de modo abstracto. Tanto es así que lo que en otros países es propiedad del Estado, era propiedad de la reina. La monarquía, la Corona, es un producto exportable como la marca país. Y bien que le saben sacar rendimiento. Por eso, conscientes de esa realidad. Dicen los ingleses y algunos ya se lo han sugerido a Carlos III, que el rey debe reinar y no meterse donde no debe. Para ellos es una ventaja que cuando el rey o la reina se dirigen a toda la nación puedan resaltar ese sentido, al contrario de las repúblicas, en que el presidente siempre será un hombre de partido. Lo cual no es del todo cierto, porque cuando se abre el parlamento, insisto, lo que expone es el programa del partido ganador. Es más, el citado Jennings escribe que una de las pocas cosas efectivas que el rey puede hacer es nombrar al primer ministro, pero añade que, dada la psicología de los ingleses, el rey tiene una especial utilidad cuando se convierte en poco indiscutible del patriotismo nacional.

A lo largo de su historia, la monarquía británica ha sufrido profunda evolución desde su inicio hasta el presente, pero la Corona sigue ostentando respeto y veneración por la mayoría del pueblo inglés. El nuevo rey no ha gozado nunca de grandes simpatías y menos su consorte, por los servicios de imagen y relaciones públicas tienen ante sí una delicada y difícil misión, en la que ya tuvieron que emplearse a fondo en el caso del príncipe Andrés y ahora con el díscolo hijo menor del nuevo monarca.

Te puede interesar