Opinión

Caín y Abel en el Siglo XXI

Son hermanos, se amaban con pasión, hablan el mismo idioma, tienen las mismas costumbres, comparten historia, practican la misma religión, se enfrentaron a enemigos comunes y tienen la misma cultura. ¿Cómo es posible que los emuladores de Caín traten de matar a sus hermanos repitiendo el fratricidio bíblico? Un sanguinario zar sin corona exige pleitesía de los súbditos y no soporta el derecho que todo pueblo tiene a elegir su destino. Qué lejos queda la Rus Antigua con Kiev de capital, que ya en los siglos XIV y XV formaron los pueblos ruso, ucraniano y bielorruso como ramas del mismo árbol. La “ukraina” se convirtió en la “periferia” y sus habitantes se denominaron “ukraitsi”. Frenaban las invasiones de los pueblos asiáticos y de las potencias europeas. A lo largo de su historia los ucranianos estuvieron sometidos a los tártaros, a los turcos, a los lituanos, a los húngaros y sobre todo a los polacos. Pero en el año 1648 comenzó la guerra de liberación dirigida por el héroe cosaco, el “atamán” Bogdán Jmelnitski, que después de derrotar a los polacos y lituanos, en el año 1654, consigue la independencia. 

En 1922, después de otra guerra de independencia, Ucrania forma parte de la URSS hasta 1991, año en el que el Parlamento ucraniano declaró la independencia. Formando parte de la URSS sufrió terribles hambrunas y matanzas del Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Por su lealtad a la Rusia soviética, Ucrania recibe la anexión de Crimea en 1954, siendo secretario general del PCUS Nikita Jruhchov. El 31 de mayo de 1997, los presidentes de Rusia y Ucrania, Boris Yeltsin y Leonid Kuchma, rubricaron en Kiev el Tratado de Amistad Cooperación y Asociación donde se declaraba que ambos países “basan sus relaciones en el respeto mutuo, la igualdad soberana, la integridad territorial, la inviolabilidad de las fronteras, la solución pacífica de las contoversias y la no utilización de la fuerza…”. Tres potencias nucleares (EEUU, Reino Unido y la Federación Rusa) firman en Budapest el Memorándum sobre Garantías de Seguridad, mediante el cual Ucrania entrega a Rusia el arsenal atómico ubicado en su territorio que incluía entre otros 5.000 bombas nucleares, 126 misiles intercontinentales, 44 aviones… para que nunca fuera una amenaza para sus vecinos. 

Era tal la relación de buena vecindad, que en la plaza de Sofía en Kiev, en la confluencia de las calles de Bolodymyr, Rvlsk y Sofía, hay un monumento ecuestre en honor de Bogdán Jmelnitski, en cuyo pedestal figuraba la “Rusia única e indivisible”. Bogdan, en su legado, proclama: “Unidos para siempre con el pueblo ruso”.

La hermandad de los dos pueblos se rompe en la llamada “Revolución naranja” en el año 2004 a raíz de la victoria en las urnas del candidato pro ruso Viktor Yanukovich, que fue derrotado después por el candidato opositor; tras sucesivas elecciones y con gran presión popular, en el año 2010 vuelve a ganar Yanukovich, que en el 2013 es derrocado por las masas que aspiraban a que se aprobase el “Acuerdo de asociación con la Unión Europea” y rechazaban la continuidad con los acuerdos con Rusia. La plaza de Euromaidán se convirtió en un volcán de violencia incontrolable lo que obligó a huir a Yanukovich, que se refugió en Rusia. 

Putin no perdonó a los ucranianos su deseo de vincularse a la UE y a la OTAN, fomentando un enfrentamiento civil, recuperando Crimea para Rusia, apoyando a los separatistas de las regiones más vinculadas a la Federación Rusa. El 20 de mayo de 2019 es elegido presidente el humorista Volodimir Zelenski, que hace una apuesta clara por su inclusión en la UE y la OTAN, algo que el autócrata de Kremlin no puede permitir. Y emulando a Catalina II, invade Ucrania cavando con ello su propia tumba; la condena casi unánime de la comunidad internacional, la aplicación de medidas económicas que en un mercado globalizado destruyen el sistema financiero y arruinan los países y el rechazo de gran parte del pueblo ruso forzarán la retirada de las tropas y la derrota del penúltimo imperio, que será “colonizado” por los auténticos ganadores: las industrias armamentistas y el poderoso club Bilderberg. Caín será sacrificado por los dioses en un holocausto con miles de víctimas. (La destrucción de Yugoslavia es un antecedente.) 

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