Opinión

Berlín atornilla a Atenas y avisa a Podemos

Es la lectura positiva que se puede hacer del acuerdo con Grecia, cuya situación sigue siendo tan precaria como difícil. 

Hay más Europa. Frágil y desigual pero más Europa. Es la lectura positiva que se puede hacer del acuerdo con Grecia, cuya situación sigue siendo tan precaria como difícil. Pero lo cierto es que ese acuerdo permitirá que desde este lunes se inicien las votaciones parlamentarias para alargar, a modo de pre-concurso por cuatro meses, el rescate de la endeudada Grecia.

Atenas y Bruselas –léase Berlín- han cedido en sus posiciones de partida, envueltas en mucho teatro político, pero es el Gobierno de Grecia el que más cede, porque asume plenamente lo que los alemanes propugnaban. A corto poco van a ganar los griegos pero tal vez a medio plazo su situación mejore. Lo que sí va a mejorar es la salud del euro, que se ve reforzado, tras una frase de intensa depreciación, fruto de la desconfianza de los mercados. Ahora es probable que recupere su valor como moneda refugio, un terreno donde compite con el dólar, con todas las ventajas para la divisa de EE UU, cuya economía va mucho mejor que la europea.

Cuando menos, Grecia y la Unión Europea ganan tiempo para sentar las bases de un nuevo acuerdo sobre la deuda del Gobierno de Atenas, completamente desproporcionada para la dimensión de su modesta economía. Este mismo lunes se conocerán nuevos detalles de los planes de Alexis Tsipras para su país, que será objeto de más reformas y puede que de nuevos ajustes. Y si los planes de Atenas son validados por las autoridades europeas se iniciará un arduo camino de revisión de los acuerdos actuales, para concluir el proceso negociador en junio. Habrá que ver no solo la reacción de Bruselas ante los nuevos planes de Tsipras, sino también la de la Bolsa, que en casos así suele anticiparse a los acontecimientos.

Descartada la quita, las salidas de Grecia pasan por prorrogar los plazos de su inmensa deuda, el vínculo de al menos una parte de lo que debe a la evolución de su PIB y un nuevo criterio para su superávit primario; es decir, el registrado antes de afrontar el pago de intereses y amortizaciones. Todo tiene tan poco margen que no cabe prever grandes cambios para el bienestar de los griegos a corto plazo. A lo sumo, más flexibilidad en los plazos y tipos de interés a la baja.

Alemania respira tranquila porque ha impuesto todas sus condiciones a Grecia, lo cual protege sus intereses como acreedor principal y también como país líder de la UE. De paso que asegura su dinero en juego, envía también un mensaje a partidos como Podemos. O, mejor dicho, a los votantes potenciales de Podemos, que ahora ya saben que la agenda económica española –la de verdad- no se decide en Madrid, sino en Berlín y en su sucursales de Frankfurt (Banco Central Europeo) y Bruselas (Comisión Europea).

La debilidad y desunión de países como Francia, Italia y España permiten que Alemania lidere en solitario el rumbo de la UE, al ser la economía con mayor peso específico. Curiosamente, ni París ni Roma ni Madrid se preguntan quiénes son los alemanes para definir y mantener la ortodoxia monetaria que está llevando la economía europea a una prolongada deflación.

Solo si Francia, Italia y España actuasen de manera coordinada podrían imponer un criterio alternativo al de Berlín en la eurozona –su PIB conjunto supera el alemán-, pero lejos de algo así, España es un fiel aliado de Alemania. La verdad es que no deja sorprender esta situación; máxime cuando hoy no se justifica el excesivo temor alemán a la inflación, dadas las herramientas que tiene el BCE.

 

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