Opinión

Urkullu suscita un debate clave para Galicia

Urkullu, durante una comparecencia en el Ayuntamiento de Ermua.
photo_camera Urkullu, durante una comparecencia en el Ayuntamiento de Ermua.
Si el empresariado gallego y otros sectores económicos no lo perciben de manera adecuada, estarán expuestos a riesgos, ya que lo crucial no es la propuesta vasca en sí misma, sino su contexto político.

Con independencia del recorrido de la propuesta del lehendakari Urkullu sobre la necesidad de un debate territorial, parece evidente que algo se mueve en España, al hilo de la formación de un posible nuevo Gobierno del socialista Pedro Sánchez. Y no menos obvio resulta intuir las consecuencias económicas de un proceso de ese tipo.

Sea o no necesario afrontar ese debate propuesto desde Euskadi, con menciones explícitas a Galicia y Cataluña, desde estas comunidades será inevitable prepararse. Eludir un debate así desde Galicia o dejarlo solo en manos de los partidos con mayor representación, PP y PSOE, puede ser un grave error estratégico.

La carencia de un partido nacionalista de centroderecha en Galicia tuvo consecuencias en la Transición y puede volver a tenerlas. Es verdad que el PP de Galicia ha jugado en parte ese papel, sobre todo con Manuel Fraga, pero esta vez tendrá más difícil hacerlo. Y no tanto porque Alfonso Rueda no sea consciente de lo que está pasando, sino porque le pilla muy apegado a Alberto Núñez Feijóo, que ahora preside el PP en España y ya tiene más dificultades para reiterar aquello de Galicia, Galicia, Galicia.

Menos cabe esperar todavía del PSdeG – PSOE, cuya división interna le conducirá a ser un mero satélite del PSOE y de Sánchez. El PSdeG nunca ha sido el PSC, y ahora menos. El nivel de su ejecutiva es el que es y socialistas conocedores de las claves de este tipo de debates, como Fernando González Laxe o Xaquín Fernández Leiceaga, ya no están en la primera línea. Ni siquiera el también profesor de economía Gonzalo Caballero lo está en este momento.

Es probable que el debate, en clave gallega, corra el riesgo de reducirse al BNG, un partido meritorio pero minoritario, que no es tampoco representativo de la derecha económica. Sería injusto exigirle al BNG un liderazgo y una transversalidad que no tiene, pero a la vez es el único partido con las manos libres para opinar en el debate suscitado por Urkullu.

Las burguesías vasca y catalana siempre han tenido sus propias correas de transmisión políticas; la burguesía gallega no. A lo sumo tuvo algo parecido en los tiempos de Coalición Galega, especialmente en Ourense. Poco más, ya que el PNG no logró asentarse y CxG, tampoco.

Pero este debate no es baladí. Si el empresariado de Galicia no lo está viendo así, del mismo que otros estamentos económicos y financieros, correrán riesgos, porque lo esencial no es la propuesta vasca en sí misma, sino todo lo que está a su alrededor. Como aventura el profesor Miguel Anxo Bastos, van a diseñarse nuevas formas de relación entre las comunidades históricas y el Estado.

Ya lo decía Fraga en sus buenos tiempos: de los cuatro problemas “gordos” que tenía España hace un siglo, queda uno por resolver, el territorial. Los otros tres están encauzados: uno es la forma de Estado, ya que la Monarquía –en el fondo– no está en discusión; otro es la religión, que fue un problema tremendo, como se vio en las guerras carlistas, también en la Guerra Civil, y el tercero es el modelo económico y social, compartido, con matices, por gobiernos socialdemócratas y liberales.

No ver ahora lo que Fraga ya señaló hace años puede crear más frustración en un país como Galicia que no acaba de dotarse de las mejores herramientas para hacer política –con mayúsculas– en esta España donde los nacionalismos juegan con clara ventaja.

 @J_L_Gomez

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