Opinión

La Gripe del 18 en Ribadavia

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photo_camera Exconvento de Santo Domingo, antes de su restauración.

Este año pródigo en efemérides internacionales, tales como el fin de la Primera Guerra Mundial y la irrupción de la pandemia gripal, Ribadavia recuerda los sucesos que recibidos por tradición oral en el seno de las familias, relatan las trágicas jornadas acontecidas a causa del virus durante el otoño de 1918.
La mal llamada fuera de nuestras fronteras Gripe Española, tuvo en tierras ourensanas una grave repercusión destacando junto a la capital, las villas de Ribadavia, Celanova y O Barco, hasta el extremo que el mes de octubre está considerado, por el número de fallecidos, el más trágico de todo el siglo XX en la provincia. En la capital del Ribeiro la situación fue de tal gravedad, que el gobernador civil, Pedro Villar, declaró en septiembre el estado epidémico en todo el término municipal, siendo Ribadavia la primera población a la que con carácter de urgencia se desplazó Villar, quien precedido por el inspector de sanidad que ya había adoptado in situ medidas profilácticas, fue recibido por el alcalde, García Penedo, que solicitó el envío de camillas para traslado de los enfermos, que serían facilitadas por el regimiento Zamora nº 8 de Orense y la Cruz Roja. 

Desde el ayuntamiento se promulgaron bandos aconsejando a la población sobre pautas higiénicas que era necesario adoptar, tales como desinfectar camas, retretes y cuadras. Los comercios solamente abrirían por la mañana, con la excepción de los ultramarinos que podrían hacerlo también de 8 a 9 de la tarde; el teatro local, sito en el exconvento de santo Domingo, suspendió las representaciones quedando el pabellón a disposición del personal sanitario, y la prensa local clamaba en sus editoriales (…) para que los que fallecen de la terrible enfermedad, sean trasladados hasta el cementerio en carruaje, y no a hombros como se hace habitualmente. Ante la gravedad de la situación, el director del hospital, Javier Meruéndano, pidió ayuda a los médicos ribadavienses García Boente, Casiano Feijoo, Martínez y Sánchez García, quienes desinteresadamente y con la ayuda de las Hermanas de la Caridad, habituales en el establecimiento benéfico, prestaron sus desvelos y atención a los allí ingresados. El 28 de septiembre el hebdomadario El Ribadaviense contabilizaba 220 enfermos, de los que fallecieron a lo largo del mes 25, pero sería octubre el más trágico llegando a 100 las defunciones.

La fama de la virulencia de la grippe (sic) en la capital del Ribeiro dio lugar, según la leyenda urbana, a que los viajeros del tren rechazasen en su vagón, por miedo al contagio, a los pasajeros que se incorporaban en la estación de Ribadavia; también se comentaba con arrepío la historia de una familia que huyendo del foco de la enfermedad se trasladó al vecino Melón donde fallecieron, en menos de una semana, el matrimonio y sus tres hijos. Mientras tanto en la Oliveira se sucedían las novenas en honor del glorioso san Roque, que salía todas las semanas en procesión, para implorar al Altísimo cese la enfermedad que azota a España.

Al otro lado del Atlántico y consternados por las noticias que llegaban desde España, La Asociación de Hijos de Ribadavia en Buenos Aires, envió cablegráficamente al alcalde 2.000 ptas. para atender las necesidades que causa la epidemia en el distrito, y que se acordó repartir de la siguiente forma: Ribadavia: 900 ptas; Leiro: 300 ptas; Beade, Cenlle, Carballeda y Castrelo: 200 cada ayuntamiento. Anteriormente los mayores contribuyentes del municipio, encabezaron una suscripción para los gastos de los traslados de los enfermos a sitios aislados y demás necesidades, que fue encabezada por el gobernador que aportó 350 pesetas. y que en los primeros momentos alcanzó las 1.620 pesetas.

Puntualmente los dos semanarios locales repletos de obituarios, (…)la Parca impía cebose con crueldad en esta honrada familia a la que priva de tres de sus miembros… informaban también de la evolución de los pacientes (…) enfermo de cierta consideración y de las interminables bajas, señalando junto a los fallecimientos la incidencia entre las mujeres y los parvulitos; también se hacían eco de las aportaciones que iniciadas por los dos periódicos, contribuían a paliar las carencias más perentorias, sábanas y mantas principalmente, entre los más necesitados. 

La solidaridad y abnegación fueron las notas predominantes entre los vecinos, pero también se dieron casos de signo contrario, como el hecho reprobable cometido por unos vecinos de una aldea inmediata que aprovecharon la falta de leche para encarecer el producto. La presente imagen nos muestra el exconvento de santo Domingo, antes de su restauración, en cuyas dependencias se ubicaba el hospital que desbordado durante la pandemia, ocupó las instalaciones del contiguo teatro municipal de Ribadavia. 

A lo largo de este otoño que se nos escapa, los ribadavienses un siglo después evocamos las circunstancias de aquellos familiares quienes … En la edad de las gratas ilusiones, pletóricos de lozana vida y adornados de todas las virtudes, descendieron al sepulcro(…) víctimas de la terrible Gripe del 18.

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