Opinión

El fratricidio en el PP inquieta a la izquierda

Las hostilidades -o mejor, las “hostialidades”, como decía Jesús Polanco en la cruda Guerra del Fútbol- estallaron el jueves de fuego. Un tuit del director de Diario de Teruel, Chema López Juderias, retrató el sentimiento de conmoción: “La guerra de esta semana no era donde creíamos que sería”. Aznar valoró los riesgos: “La situación de Ucrania es ahora mismo mejor que la del PP, porque allí no hay armamento nuclear”.

Lo sucedido es inaudito. La militancia popular está desolada, cuando no indignada. Hasta la izquierda, de tradición cainita acreditada, se inquieta con esta guerra fratricida porque nadie sabe cómo terminará, ni cómo será digerida en las urnas. Uno de los dos partidos fundamentales de la Transición arde y los bomberos no saben por dónde atajar el fuego. Si el PP cae en la irrelevancia, el sistema se desestabilizará y cualquier hipótesis no debe ser excluida, incluso que la ultraderechista Vox sea primera fuerza, en competición con el PSOE. Construir una democracia cuesta décadas; ponerla en riesgo solo unos meses.

El Partido Socialista ya vivió el episodio dramático de derrocar al secretario general Pedro Sánchez en una sesión bochornosa. Se atribuye a Susana Díaz aquel día, cuando se negociaban posibles salidas en Ferraz, una frase tremenda: “Lo quiero muerto hoy”. Fue la representación aproximada del guión que había novelado antes nuestro admirado Manuel Vázquez Montalbán en “Asesinato en el Comité Central”. Solo que en este caso el muerto político resucitó y hoy preside el Gobierno. El Partido Popular también vivió angustias, antes del Congreso de Valencia, con Rajoy hostigado por Esperanza Aguirre, mentora de Isabel Díaz Ayuso. “Ganará Rajoy porque es muy resistente y además de Pontevedra”, escribimos entonces al ver que se confundía Madrid con España. Salías a Segovia y estaban en otras cosas. Vas esta semana a Valencia y cuatrocientas personas están hablando de soluciones a la despoblación en un Congreso organizado por la Diputación Provincial. En Galicia se llora a los náufragos del “Pitanxo”. En los cuarteles viven pendientes de Ucrania porque Biden reafirma que Putin ya ha decidido atacar ese país. Pero en el Madrid político y en los medios sigue todo dividido entre Pablo e Isabel, entre Génova y Sol, entre la Comunidad y el Ayuntamiento. Pero, cuidado, esta vez hay una diferencia fundamental con aquello: Ayuso se pasea por España (al menos por Castilla) y la aclaman, mientras que Casado, de momento, en esta crisis, solo ha cosechado un clamoroso silencio, salvo el apoyo del presidente de Murcia.

El parte de guerra hoy es rotundo: van todos a por todo. Casado lanzó el viernes el misil nuclear del que hablaba Aznar: “La cuestión es si el 1 de abril de 2020, cuando morían 700 personas al día, se puede contratar a un hermano para vender mascarillas. No es ejemplar”. Ayuso, muy afectada, lo negó en una radio. Pero los medios en general la apoyan. “Que cada medio publique los contratos publicitarios suscritos con la Comunidad de Madrid y sabremos quién defiende a quien y por qué”, desafía la periodista Esther Palomera.

El líder gallego Alberto Núñez Feijoo es el jefe de bomberos, la autoridad moral. O pactan ya, o un Congreso extraordinario que pueda entronizar a un Casado muy debilitado, a una Ayuso erosionada... o a un Núñez Feijóo que en su día Rajoy no apoyó como sucesor natural -solo él sabe porqué- y ahora lo reclaman las circunstancias. Todo abierto, todo en llamas y Teodoro García Egea en capilla.

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