Opinión

Las cabalgatas bobas

Las cabalgatas de Reyes ya no son lo que eran no porque los niños sean otra cosa que niños –tarde o temprano se apearán de la burra pero los pequeños que acuden a las cabalgatas creen en ellos a pies juntillas y eso es lo que vale- sino porque los mayores nos hemos empeñado en estirar su misión a otros frentes y hacer con ellas una risa, vilipendiarlas y desvirtuarlas. Cuando era pequeño, una tía mía muy dispuesta nos llevaba a mi hermana y a mí a la de Madrid bien abrigaditos con pololos, gorritos y bufandas, y allí nos entregábamos a la hermosa fábula observando con ojos inocentes a los monarcas escoltados por la policía municipal a caballo sin que –y mira que la época era la que era- hubiera en aquel desfile otra cosa que críos embobados, papás jubilosos, camellos, disfraces, mucha ilusión, luces, canciones y cascadas de regalos que caían desde las carrozas ocupadas por Melchor, Gaspar y Baltasar tras cuyas barbas se escondían concejales o futbolistas del Madrid, del Atleti y del Rayo Vallecano.

Ha pasado tanto tiempo que  ya ni me acuerdo, pero hoy me estremece saber en lo que han convertido estas manifestaciones la maldita estupidez humana. Ahora resulta que en Cataluña se usa la cabalgata de Reyes para que las fuerzas nacionalistas la conviertan en una manifestación a favor de la independencia y se repartan gratis farolillos con la estrelada, mientras la de Madrid es una verdadera caricatura en la que los niños no saben verdaderamente si Melchor es Mortadelo, Gaspar es una heroína revolucionaria y Baltasar un bailarín de rap o son los magos de toda la vida a los que el deseo de evolución mal entendido de la corporación capitalina ha convertido en espantajos. De Vigo la prudencia dice que hay que saber callar que las moscas no entran en boca cerrada.

A mí que ya voy a viejo, esta intención de tomar por el rabo unos actos que están pensados simplemente para emocionar a los niños, sometiéndolos a manipulación evidente e intencionada me parece una indignidad, ya sea para utilizarlas como plataforma política o ya sea como banco de pruebas para tratar de ser más papista que el Papa. Yo por fortuna ya no creo en los Reyes Magos y eso me ahorro. Pero viendo este espectáculo, los niños tampoco creerán. Y eso es más grave.

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