Opinión

El mal escondido

La lírica del fútbol –son malos tiempos para la lírica eso es verdad- procura convencer a los escépticos de que en sus alacenas se almacenan valores de gran nobleza y seguramente es cierto. Los que hemos practicado el fútbol jugado en competición con una cierta asiduidad, conocemos de la fuerza del vestuario y del fomento de virtudes colectivas como el compañerismo y la solidaridad. También sabemos que jugando al fútbol y a otros deportes se potencia el trabajo, el sacrificio, el esfuerzo y el tesón, atributos todos ellos que contribuyen a labrar caracteres que, normalmente, construyen buenas personas.

Sin embargo existen situaciones que se empecinan en desmentir todo lo bueno y hermoso que se teje en torno al fútbol, destacando de paso lo que resulta más vil. Lamentablemente, la cara B del fútbol suele coincidir con el comportamiento de las gentes que pululan en su periferia y no son atribuibles ni al juego ni a sus jugadores. Lo más chungo está en el espectáculo, en los espectadores, en los cortesanos, en los especuladores y en los dirigentes.

Inglaterra perdió en su estadio la final del Campeonato de Europa de selecciones nacionales tras un empate en el tiempo reglamentario, empate que se mantuvo en la prórroga y que se deshizo en el punto de penalti. El técnico inglés, Graham Southgate, decidió dar entrada en el último suspiro del tiempo de juego a dos de sus internacionales para que intervinieran en los tiros desde los once metros. Marcus Radford y Jadon Sancho sin embargo fallaron en sus lanzamientos, y también falló un tercer jugador, Bukayo Saka, mediocentro del Arsenal. Los tres son de la misma generación, los tres tienen ante sí un futuro espléndido y los tres se parecen físicamente. Los tres son veinteañeros y negros. Y la peor ralea de la afición inglesa la ha tomado con ellos y ha salido al exterior la más indeseable vena racista que se esconde tras las apariencias de honorabilidad y comprensión que procuran exhibir las sociedades mayoritariamente blancas. O a la inversa, porque el racismo también está en los más hondo de las sociedades mayoritariamente negras.

Harry Kane, quizá el mejor jugador británico del momento, ha abanderado el movimiento de respuesta. Es un líder, es el capitán inglés y es un personaje de peso y respeto. Bravo por él.

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