Opinión

Taxis voladores

Ustedes, queridos lectores, lo saben bien. Todo está en el aire. La política, las jubilaciones, el panorama internacional, el trabajo, los sueldos, el futuro… Hasta la vida propia está en el aire. Sólo hay una cosa cierta que se repite incesante: la subida de impuestos. De eso se puede estar seguro sin el menor atisbo a equivocarse. También están en el aire los aviones cuando se encuentran en vuelo, y los seres alados, claro. Pero el ser humano no vuela, aunque lo desea vivamente, a no ser con la imaginación. Ya desde el mitológico Ícaro, el hombre ha probado cientos de veces a volar por sí mismo, pero precisa de determinados artilugios para ver el mundo desde arriba y al final sigue sin alas. Eso, según dicen, sólo los ángeles buenos y malos. Seres privilegiados. 

Pero eso sí, hasta Leonardo, sabio y maravilloso Leonardo, diseñó diversos aparatos para cortar las etéreas salas, que diría nuestro insigne, insuperable y extraordinario Calderón. Y al final se logró. Y comenzó la era de los aparatos voladores que han llegado ya en estos tiempos, con diferentes y sofisticados sistemas, hasta posarse en la luna y llegar a los nunca antes accesibles planetas de nuestro sistema solar. Todo un éxito y un paso de gigante. Tampoco estamos libres de que con los avances de la ciencia implanten alas a los recién nacidos ¡qui lo sa! Todo es posible. De momento y dadas las expectativas de Uber, apoyada en la tecnología VTOL (despegue y aterrizaje vertical), dentro de una década los taxis viajaran por el aire sin necesidad de una larga pista. Así lo ha manifestado Jeff Holden, jefe de la citada compañía. 

Pero esto, con ser fantástico, tampoco nos llama demasiado la atención porque los hemos visto mil veces en las películas de ciencia-ficción. Recuerdo en este instante “El quinto elemento”. Y no sólo en la gran pantalla, sino en cualquier cómic futurista. Por supuesto tendrán que diseñar vías aéreas para que puedan circular sin choques lamentables. Así que ya lo saben ustedes. Dentro de poco, el tiempo vuela demasiado deprisa, desde las altas estaciones, podrán decir: Taxi lléveme a la terraza de…, ahí dejo su punto de destino, el que más le guste. Pero mientras va por ahí arriba, verá por aquí abajo a los mortales peatones acelerados para llegar al trabajo. Con lo bonito que sería poder desplegar las alas y cegar el sol.

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