Memorias de un rey

CAMPO DO DESAFÍO

Publicado: 04 nov 2025 - 03:10

Opinión en La Región
Opinión en La Región | La Región

Imagino que las memorias del rey emérito, Reconciliación, serán la bomba editorial de las próximas navidades. El rey Juan Carlos tiene morbo, pues sabe muchas cosas y parece siempre dispuesto a contarlas. Algunas son ya del dominio público, incluidas las estrictamente privadas; otras muchas, son todavía material de los secretos de Estado, pura intrahistoria de unas décadas decisivas en la construcción de la España contemporánea. En su actual estatuto de exiliado o de confinado en un remoto resort de lujo exclusivo, a Juan Carlos de Borbón se lo deben llevar los demonios. Una mina a la deriva y una presencia incómoda, por inmanejable, para casi todos.

Mal aconsejado y mal rodeado, el rey emérito mantiene una relación confidencial con la periodista Laurence Debray, hija del Debray de la guerrilla guevarista y casada con un Servan-Schreiber, vástago de quien fuera ministro de Giscard d´Estaing. A través de ella, filtra ahora un nuevo tomazo de pastas duras para ajustar cuentas e inflar la cartera. Nada que, en realidad, tenga que ver con la historia. Una oportunidad perdida para él y para alguien como Javier Cercas, que sabría sacar petróleo de una oportunidad de intimidad semejante.

Imagino que un rey abdicado y exiliado, incluso en la ancianidad, no debe ser cosa fácil de embridar. Cuentan que Tony Blair obró maravillas en la humanización de los Windsor durante las aciagas jornadas inmediatamente posteriores a la muerte de Diana de Gales. En nuestra endeble monarquía borbónica, ya nos gustaría alguna iniciativa semejante en Pedro Sánchez, siempre tan enredado en los asuntos urgentes. A veces, conviene poner en orden el trastero y quitar el polvo a los jarrones chinos. Nunca se sabe el partido que aún pudieran ofrecer en determinados salones y puntuales ocasiones; no digamos ya, en los quiebros que la historia brinda cuando menos se los espera.

Yo no comparto el ostracismo al que este gobierno y el actual rey condenan a Juan Carlos. Incluso dándolo por caso perdido, cuanto más se empeñan en negarle un lugar al sol de la historia, más interés despierta el vacío y el riesgo de reacciones descontroladas. Una vez más construimos el relato histórico a saltos; obviamos y encerramos bajo siete llaves los que nos incomodan y exaltamos capítulos que, consideramos, convienen a nuestros intereses del presente. Ahora parece oportuno negar la Transición, sus valores de olvido, cesión y pacto. Todo se va en acumular munición para la guerra política y cultural.

Si el emérito rey Juan Carlos no se comportara como un caprichoso y despechado monarca absoluto destronado, aún podría rendir algún servicio a su estirpe y al entendimiento del pasado reciente. Alguien debiera recordar el trabajo de Tony Blair y la opción de Javier Cercas.

Contenido patrocinado

stats