Jaime Noguerol
EL ÁNGULO INVERSO
La mirada sabia del barman
CAMPO DO DESAFÍO
Imagino que las memorias del rey emérito, Reconciliación, serán la bomba editorial de las próximas navidades. El rey Juan Carlos tiene morbo, pues sabe muchas cosas y parece siempre dispuesto a contarlas. Algunas son ya del dominio público, incluidas las estrictamente privadas; otras muchas, son todavía material de los secretos de Estado, pura intrahistoria de unas décadas decisivas en la construcción de la España contemporánea. En su actual estatuto de exiliado o de confinado en un remoto resort de lujo exclusivo, a Juan Carlos de Borbón se lo deben llevar los demonios. Una mina a la deriva y una presencia incómoda, por inmanejable, para casi todos.
Mal aconsejado y mal rodeado, el rey emérito mantiene una relación confidencial con la periodista Laurence Debray, hija del Debray de la guerrilla guevarista y casada con un Servan-Schreiber, vástago de quien fuera ministro de Giscard d´Estaing. A través de ella, filtra ahora un nuevo tomazo de pastas duras para ajustar cuentas e inflar la cartera. Nada que, en realidad, tenga que ver con la historia. Una oportunidad perdida para él y para alguien como Javier Cercas, que sabría sacar petróleo de una oportunidad de intimidad semejante.
Imagino que un rey abdicado y exiliado, incluso en la ancianidad, no debe ser cosa fácil de embridar. Cuentan que Tony Blair obró maravillas en la humanización de los Windsor durante las aciagas jornadas inmediatamente posteriores a la muerte de Diana de Gales. En nuestra endeble monarquía borbónica, ya nos gustaría alguna iniciativa semejante en Pedro Sánchez, siempre tan enredado en los asuntos urgentes. A veces, conviene poner en orden el trastero y quitar el polvo a los jarrones chinos. Nunca se sabe el partido que aún pudieran ofrecer en determinados salones y puntuales ocasiones; no digamos ya, en los quiebros que la historia brinda cuando menos se los espera.
Yo no comparto el ostracismo al que este gobierno y el actual rey condenan a Juan Carlos. Incluso dándolo por caso perdido, cuanto más se empeñan en negarle un lugar al sol de la historia, más interés despierta el vacío y el riesgo de reacciones descontroladas. Una vez más construimos el relato histórico a saltos; obviamos y encerramos bajo siete llaves los que nos incomodan y exaltamos capítulos que, consideramos, convienen a nuestros intereses del presente. Ahora parece oportuno negar la Transición, sus valores de olvido, cesión y pacto. Todo se va en acumular munición para la guerra política y cultural.
Si el emérito rey Juan Carlos no se comportara como un caprichoso y despechado monarca absoluto destronado, aún podría rendir algún servicio a su estirpe y al entendimiento del pasado reciente. Alguien debiera recordar el trabajo de Tony Blair y la opción de Javier Cercas.
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