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La semana pasada hubo un apagón. ¿Se enteraron ustedes? Lo digo porque si atiende uno a las fuentes de información oficiales, esas que dice Sánchez que tenemos que atender, lo que hubo en realidad fue un día de confraternización, una jornada de volver a conectar como seres humanos, de hablar con los vecinos, de olvidarnos de los móviles y la televisión. Alegría y jolgorio. Españita. Produce náuseas ver al equipo de opinión sincronizada afín al desgobierno de España romantizar la tragedia en la que han muerto, al menos, cinco personas a causa de la falta de suministro eléctrico.
La versión plausible es que unas inestabilidades en la red eléctrica, provocadas por no sabemos qué, ocasionaron que la interconexión con Francia se desconectara
¿Qué fue lo que sucedió realmente? No lo sabemos ni, me temo, lo sabremos nunca. Construirán el relato con un chivo expiatorio, estarán durante meses con una investigación oficial que concluirá cualquier cosa y, cuando se publique, nadie se acordará ya del apagón. Y a otra cosa, que la vida política sigue entre imputaciones, hermanos enchufados, una esposa semianalfabeta pero con cátedra, prostitutas en empresas públicas, saunas supuestamente pagadas por Muface, supuestas maletas de dinero venezolano, furgonetas de furcias para supuestamente destrozar habitaciones de Paradores en idílicas orgías, indultos a golpistas, pactos con proetarras y miles de millones de los españoles regados de manera arbitraria a quien haga falta para permanecer atornillado al poder un día más. La sociopatía hecha prosa, eso tenemos en La Moncloa.
Del apagón en sí únicamente tenemos hipótesis. La versión plausible es que unas inestabilidades en la red eléctrica, provocadas por no sabemos qué, ocasionaron que la interconexión con Francia se desconectara. En ese momento, probablemente, por una baja cantidad de potencia firme en el sistema (o una alta penetración de energías renovables) las condiciones de la red se hicieron ingobernables y unas cuantas plantas de generación se desconectaron automáticamente como mecanismo de protección. Esto dio lugar a un apagón generalizado. Como digo, hipótesis. Todo es irrelevante.
En realidad, el suceso iniciador es lo de menos. La red eléctrica tiene que ser operada en condiciones tales que este tipo de cosas no sucedan. Según van pasando los días, todo empieza a apuntar de manera inequívoca a un error de operación de la entidad responsable, Red Eléctrica. Algunos días después del apagón, descubrimos que la propia Red Eléctrica había avisado a los organismos competentes de que la red española corría un riesgo debido a la entrada masiva de energías renovables. Alertaba también de que los criterios de protección que estaban utilizando eran de 1996, a todas luces desactualizados. El gobierno lo sabía. La Comisión Nacional de Mercado y Competencias lo sabía. No hicieron nada.
Esto no es más que el resultado previsible de la degradación de las instituciones que se deriva de una colonización total por parte del totalitarismo sanchista. La responsable última de dirigir la red eléctrica en España no sabe lo que es un electrón, ni un relé, ni la frecuencia, ni una sobretensión. Cobra más de medio millón de euros al año por el único mérito de haber sido ministra con Zapatero y haber empufado a miles de españoles cuando les recomendó comprar pisos allá por 2008. Dirige una empresa controlada por el estado a través de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales y elige a dedo a una buena parte de sus consejeros. Esa empresa que Sánchez intentó hacer pasar por “privada” en una revelación clara de por dónde iban a ir sus intenciones expiatorias.
Del mismo modo le sucede a la CNMC, donde la mitad de los miembros de su Consejo son afines al PSOE y el resto de los puestos se los reparten entre los partidos separatistas y alguno de los socios de gobierno del PSOE. Esta organización tiene el informe de Red Eléctrica, ese que decía que la red no era segura, desde junio de 2024. No han tenido tiempo para mirar dicho informe pero, sin embargo, sí tienen tiempo para perder en cosas en las que no tienen competencias. Conviene recordar que el marido de Teresa Ribera era consejero de esta institución cuando ella era ministra. Lo colonizan todo. El control total como objetivo político.
Sin duda, la desnortada política energética de este ejecutivo tiene relación con las causas del apagón del 28 de abril. La estabilidad del sistema se fundamenta en tecnologías capaces de aportar inercia al mismo, algo que se consigue únicamente con energía nuclear, hidráulica, gas y carbón. El carbón ya lo hemos quitado, la nuclear estamos en proceso y, cuando llegan los problemas, la culpa es de la fachosfera o del capitalismo que les sabotea cada lunes. Resulta tan pueril que sonroja.
Los inversores internacionales están tomando buena cuenta de todo esto. No solo del apagón, sino de la falta de transparencia y los modales absolutistas de un sanchismo afrancesado, más propio de finales del XVII. La culpa no es suya, en realidad, sino de la podredumbre moral de los españoles que el día 28 de abril andaban rebuscando entre los cojines del sofá a ver si aparecían dos euros para ir a tomarse una caña al bar. De la indecencia de los que, a miles, le ríen las gracias a la desgracia que tenemos por ministro de transportes y de la obscena, vil y repugnante equidistancia de los millones que justifican lo injustificable porque, al menos, no gobierna la derecha. Merecemos todo lo que nos pase.
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