Milei se juega su plan económico

CUENTA DE RESULTADOS

Las legislativas serán su primer gran examen. En juego está su poder en el Congreso y un programa económico que depende de acuerdos políticos internos y de un inédito salvavidas financiero de EEUU.

El emblemático Obelisco de Buenos Aires.
El emblemático Obelisco de Buenos Aires. | La Región

Dentro de siete días, el 26, Argentina celebra unas legislativas que, más que un ajuste de fuerzas, serán un referéndum sobre la gobernabilidad de Javier Milei. Se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, primer test electoral del presidente desde su llegada a la Casa Rosada en 2023. La aritmética es conocida: sin un bloque sólido –o una coalición funcional– el programa económico queda sin blindaje y el Ejecutivo, a merced de mayorías ocasionales.

Durante buena parte de su primer año largo, el relato oficial pareció cuadrar: desinflación en curso, ajuste fiscal contundente y un tipo de cambio relativamente estable. Pero la política, que nunca es una línea recta, se interpuso. El escándalo en torno a la criptomoneda $LIBRA –promovida y luego estrellada en los mercados– salpicó al presidente y abrió una investigación judicial que aún sigue su curso. La gestión del episodio exhibió carencias en el corazón del poder y tensó vínculos con aliados indispensables.

A ese ruido se sumó la erosión de la alianza con gobernadores y con sectores del PRO, tras derrotas provinciales que activaron señales amarillas en los mercados. En paralelo emergió Provincias Unidas, una entente de mandatarios que rehúye la polarización y busca una agenda propia, indicio de que el péndulo federal puede complicar los márgenes de maniobra del Gobierno en el Congreso. Todo ello dibuja un mapa más fragmentado de lo que preveía el mileísmo al desembarcar.

El 26-O, Argentina renueva la mitad de los diputados y un tercio de los senadores: el umbral para Milei no es simbólico, es aritmético

El tablero internacional ha agregado una pieza extraordinaria. Washington ha impulsado un esquema de apoyo financiero a gran escala –20.000 millones de dólares en una línea de swap con el Banco Central y otros 20.000 millones en financiación privada coordinada con grandes bancos–, y ha reconocido intervenciones puntuales para estabilizar el tipo de cambio. Es un salvavidas inédito, cargado de condicionalidades, y de una dosis de ruido político por declaraciones que supeditan el apoyo a un “buen resultado” del oficialismo en las urnas.

Esa combinación de liquidez externa y ambigüedad política ayuda a explicar por qué el 26-O es más que un reparto de escaños. Si el oficialismo logra un tercio cómodo en ambas cámaras, Milei conservará capacidad de veto, comprará tiempo y podrá seguir forzando reformas por decreto o con alianzas ad hoc. Si se queda corto, el Congreso tendrá palanca suficiente para corregir –o bloquear– pilares del programa. En ese marco, el objetivo de mínimos del Gobierno es preservar un “tercio de bloqueo”, mientras su objetivo de máximos –extender su control territorial– parece hoy lejano, a juzgar por encuestas que anticipan márgenes más estrechos que los soñados al inicio de la gestión.

Pero la aritmética parlamentaria no resuelve por sí sola el dilema de fondo: la política condiciona la economía tanto como la economía condiciona a la política. El acuerdo con el FMI dio oxígeno y permitió levantar el cepo con menos turbulencias de las previstas; aun así, el riesgo país no cayó lo suficiente.

El mensaje del mercado ha sido consistente: sin reservas crecientes y sin garantías de estabilidad normativa, la inversión seguirá al ralentí. El apoyo adicional de EEUU puede cerrar la brecha de liquidez en el corto plazo; no reemplaza –ni puede– a una coalición doméstica que asegure que las reformas no se desarmen al primer embate legislativo.

@J_L_Gomez

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