Neofranquismo

Publicado: 17 mar 2025 - 02:50

Opinión en La Región.
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Pocos podrán alegar que desconocen el pasatiempo del dominó, sean más o menos duchos en el movimiento de fichas, pero aún menos los que puedan afirmar que ignoran lo que es el efecto dominó, que se origina en la caída de las piezas del juego cuando se colocan en vertical, una detrás de la otra y se imprime un mínimo impulso inicial en la primera, de manera que cada una va empujando a la siguiente hasta derribar todas.

Por definición, el efecto dominó se denomina también a la reacción en cadena, siendo el efecto acumulativo producido cuando un acontecimiento origina una sucesión de otros acontecimientos similares. Tiene lugar cuando un pequeño cambio origina un cambio similar a su lado, que a su vez causa otro semejante, y así sucesivamente en una secuencia lineal, una reacción que puede afectar de igual modo a cuestiones inmateriales.

Hasta aquí lo que la mayoría de los ciudadanos conocen, excepto, claro, el presidente del Gobierno, que no cuenta con el apoyo de su propio gobierno, a riesgo de que sus acciones y decisiones den al traste con la legislatura. A primera hora de la mañana insulta a la oposición, a mediodía le ruega que le ayude a aprobar las leyes que la mitad de su propio gobierno rechaza, y a media tarde carga otra vez contra la oposición con más insultos. Pero lo más fascinante de Pedro Sánchez no es ya el uso espurio de Francisco Franco, sino que se ha convertido en el mayor propagador de su régimen, para acto seguido extrañarse del eco que entre la juventud está teniendo el dictador.

Lo realmente extraordinario es la mala costumbre que Sánchez tiene de resucitar a Franco cada vez que se le calienta el suelo bajo los pies

Primero, con la parafernalia publicitaria y televisiva de desenterrar un ataúd en el que criaba malvas el Generalísimo. Luego vino el uso ya trasnochado del término fascista -actualmente sustituido por el de negacionista- para atacar a todos y a todo el que no trague con su rueda de molino.

La última fue rememorar el semicentenario de la muerte de Franco para celebrar el final de la dictadura. ¡Pues no, señor! La dictadura no se terminó el 20 de noviembre de 1975. Tras el comunicado oficial del fallecimiento, perduraron las Leyes del Movimiento y el Fuero de los Españoles, es decir, el conjunto de normas y medios que Franco diseñó para perpetuar el régimen, y así continuó hasta que, gracias a un esfuerzo de ingeniería legal, por mandato del rey Juan Carlos I, se consiguió aprobar la Ley de Amnistía del 77, la convocatoria de elecciones libres al Parlamento y la Constitución del 78. Dicho de otra manera, a ese monarca actualmente ninguneado y excluido por Sánchez, le sirvieron en bandeja una monarquía absoluta en la que podía haberse quedado dormido en el trono. Pero, al igual que la abdicación del conde de Barcelona, en su momento la historia hará justicia reconociendo la grandeza de un soberano que renunció al cetro a cambio de la libertad para su pueblo, dotando a España de una plena democracia representativa.

Ilustración de Francisco Franco con Pedro Sánchez por detrás sonriendo.
Ilustración de Francisco Franco con Pedro Sánchez por detrás sonriendo.

Lo realmente extraordinario es la mala costumbre que Sánchez tiene de resucitar a Franco cada vez que se le calienta el suelo bajo los pies, sin percatarse de la campaña continuada de marketing que hace de la dictadura. Si realmente busca acabar con el franquismo, debe empezar por dejar de alimentarlo y, por otro lado, superarlo. ¿Cómo? Creando un parque de viviendas protegidas que supere al de la dictadura, las grandes obras energéticas, de comunicaciones y de abastecimiento de agua. Mejorando el funcionamiento de la infraestructura sanitaria, laboral, económica, fiscal, educativa y social que se logró con la política socialista del Aperturismo. Recuperando -ni que decir tiene superando- el status quo socioeconómico de la clase media mayoritaria.

Está claro que Sánchez no alcanza a comprender que festejar la muerte de alguien no lo hace mejor persona, ni resucitar cada dos por tres al dictador lo convierte en un político más eficiente, sino asumiendo la obligación de hacer justicia legal protegiendo con justicia moral; asociando a los ciudadanos en lugar de enfrentarlos levantando un muro en el Parlamento y en la calle.

Pero, por encima de eso, poniendo de manifiesto las palabras del militar y político mexicano Lázaro Cárdenas del Río, cuando dijo que el gobernante que pretenda encauzar a su país hacia la democracia tiene que empezar por ser un verdadero demócrata y demostrarlo tolerando a la oposición, por más distante que se posicione de su ideología personal.

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