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Ahora mismo, en la política nacional, lo que en apariencia parecería absurdo se ha convertido en un axioma que conduce a la conclusión de que, vista su iniciativa y avance y la impronta que imprime a los actos del Gobierno del progreso de Sánchez, Junts debería ser incorporado, por lo menos con dos o tres ministros al ejecutivo que preside el citado, quien tan diligente hace suyo lo que le fugado Puigdemont dicta desde Bruselas. Dirán ustedes que, es un absurdo, claro que sí. Como lo es todo el lote de decisiones que Junts impone a la actual dirección del PSOE, tan alejada del pensamiento de personas como Besteiro, Zagazagoitia, Fernando de los Ríos o el mismo Prieto, e incluso el propio Largo Caballero. Ya no te digo Peces Barba, Bustelo, Gómez Llorente o Pablo Castellanos y otros recientes.
Porque cuando una sociedad acepta mansamente e indiferente lo que viene ocurriendo en España con respecto a la dependencia de Sánchez del mismo sujeto que se comprometió a presentar ante el juez, esa sociedad está enferma, desarmada y ha perdido la perspectiva. Como decía el gran presidente italiano Sandro Pertini, la estética tiene que formar parte de la política. Por ejemplo: ¿Es estético –y no digo ya moral-que un fugado imponga al partido en el Gobierno negociar en el extranjero, con un mediador en conflictos internacionales, no sólo la inmunidad para los delitos comunes (vigentes para el común en el Código Pena) para él mismo otros, a cambio de sostener ese Gobierno? ¿Y es estético el resto del programa que se dicta a presidente de ese Gobierno receptor en cuanto a ir desmontando la propia estructura esencial del Estado en un determinado territorio y que en esa ensalada metan también la cuchara otros afines al fugado con su propio prontuario de imposiciones, desde la asunción exclusiva de las competencias fiscales o la propia expansión exterior de sus embajadas?
Visto lo que vemos, incorporar a Junts al Gobierno no es absurdo, sino coherente
La política actual del Gobierno que preside Sánchez con respecto a aspectos esenciales de la propia existencia del Estado evoca aquel sentido de lo absurdo como regla que preside la filosofía de Albert Camus, para quien el absurdo es la tensión que surge entre la necesidad del ser humano de encontrar sentido en la vida y la indiferencia del universo ante esa búsqueda. Y eso es lo malo, la indiferencia de una sociedad que digiere este bolo absurdo y lo asume de modo natural. Y cuando se formulan preguntas, acepta que no se le den respuestas o que se responda de modo peregrino, como el modo en que se ha justificado la cesión del control de fronteras a Cataluña.
Porque, mientras los actos de Gobierno deben responder al interés general de la lección, estos se reducen a justificar el pago o precio por una necesidad personal del gobernante, como en el caso de Sánchez de poder seguir, en la Moncloa, aunque de modo precario sometido a perpetuidad a lo que le vayan mandando. En el mito de Sísifo, que Camús citaba, condenado a empujar una roca colina arriba sólo para verla rodar hacia abajo, repitiendo la tarea por toda la eternidad. La sociedad española está atrapada en esa tragedia de un sujeto que, además, dice que sus actos están presididos por sus principios. Y cuando los olvida o vulnera es porque simplemente ha cambiado de opinión. Y ya está. Visto lo que vemos, incorporar a Junts al Gobierno no es absurdo, sino coherente. Las fotos nos trasladan la cordial entente entre el doctor Sánchez y la delegada del fugado, Miriam Nogueras, la misma, a la que presidenta del Congreso permite que desde la tribuna insulte, desprestigie, calumnie y acuse a los jueces que cumplen con su deber de aplicar la ley sin el menor reproche o advertencia.
Porque lo evidente es que Sánchez miente. Sabemos que miente y él sabe que sabemos que miente. Por eso, ya advertía Kafka cuando se ocupa de lo absurdo de la propia indiferente de una sociedad que se deja engañar mediante el truco de ideas y palabras, de modo que forma parte de lo cotidiano. O sea, que abundan las razones para que Pedro Sánchez remate la obra y, sólo por estética, lleve al Gobierno a la delegada de Puigdemont. Sería mejor que el absurdo que este goteo permanente. Sería coherente. Además, los de Junts no pierden el tiempo. El portavoz de Esquerra Republicana en el Congreso, Gabriel Rufián, acaba de acusar a los de Puigdemont se saber sacar partido a su luna de miel con Sánchez y meten a sus amigos en el consejo de administración de Renfe.
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