Opinión

Gallardón: más allá de la ley del aborto

Sorprendió incluso a los que mejor le conocen, pues Alberto Ruíz Gallardón había amagado varias veces con dimitir de sus cargos tanto cuando presidía el gobierno madrileño como la alcaldía e incluso siendo ya ministro de Justicia, y sin embargo nunca concretaba su renuncia. En esta ocasión iba en serio.

Era un secreto a voces en el gobierno y en el PP que el proyecto de Ley del Aborto aprobado en el Consejo hace casi dos años no iba a ver la luz, y si se publicó en varios medios de comunicación que no se aprobaría era porque así lo contaban abiertamente algunos ministros. La desautorización última, la del propio Rajoy, que provocó el anuncio casi inmediato de dimisión por parte de Gallardón, no fue la única. Hay que recordar que en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros que aprobó el proyecto remitido por Justicia, Gallardón advirtió que era intención del gobierno aprobarlo tal cual, sin ningún cambio. Faltó tiempo a la vicepresidenta para advertir que como todo proyecto tendría que ser negociado con los partidos parlamentarios y al poco fue el propio presidente de gobierno el que declaró que, como todas la leyes, deberían alcanzar el máximo respaldo, el máximo consenso.

Además de esas dos voces tan cualificadas, otros miembros destacados del PP no dudaron en expresar en voz alta sus reticencias a que se suprimiera la malformación del feto como una de las causas para autorizar la interrupción del embarazo. Núñez Feijóo, Monago, y al menos la alcaldesa de Zamora y el alcalde de Valladolid, médicos de profesión, mostraron también sus reticencias a la eliminación de ese supuesto. Gallardón sin embargo se mantuvo inamovible y llegó a declarar que él jamás pediría a su mujer que abortase si se le diagnosticase que el feto sufría graves malformaciones.

Con el paso del tiempo se hizo cada vez más evidente la soledad del ministro de Justicia, al que periódicamente se preguntaba por el calendario de su proyecto y aseguraba que se aprobaría en esta legislatura. Decía también, ante las críticas, que presentó el proyecto que le había pedido Mariano Rajoy, y que había sido aprobado por el Consejo de Ministros, lo que era cierto. Pero las discrepancias internas en el gobierno y en el partido –de las pocas veces que Sáenz de Santamaría y Cospedal han estado de acuerdo- y la utilización que hizo un PSOE entonces alicaído y en declive para levantar cabeza enarbolando la bandera de los derechos de la mujer frente a la imposición del PP, provocaron una situación insostenible para Gallardón. Dirigentes del PP, por otra parte, confesaban su contrariedad por lo que consideraban una torpeza política de Gallardón y explicaban que el PP nunca había prometido en su programa electoral eliminar el aborto, sino eliminar la ley de plazos de Zapatero y su decisión de permitir que las menores de 16 años pudieran abortar sin permiso paterno. Es decir, que lo que defendían –explicaban- era volver a la ley aprobada por Felipe González y que mantuvo Aznar, con la limitación del tiempo para abortar y los tres supuestos: violación, peligro de la vida de la madre y malformación.



OTRAS LEYES POLÉMICAS

Al mismo tiempo que crecía la incomodidad por su empeño en sacar adelante esa polémica ley, se incrementaba también la preocupación por otras decisiones tomadas en Justicia.

No acababan de presentarse las reformas anunciadas por Gallardón a las pocas semanas de tomar posesión como ministro, cuando prometía despolitizar las instituciones, poner condiciones para ser acusación popular, agilizar la Justicia, reformar el Código Penal para añadir nuevos delitos, o la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Dos años y medio después de presentar las líneas maestras de su mandato, Gallardón solo había aprobado dos leyes, la de Tasas que fue recibida unánimemente con fuertes críticas y recurrida al Tribunal Constitucional, y la Ley del Consejo del Poder Judicial… que mantenía el control político de esa importante institución.

Por otra parte era un secreto a voces sus diferencias con la Asociación Profesional de la Magistatura, próxima al PP; también su distanciamiento con el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres Dulce, y algunos dirigentes del PP expresaban su contrariedad por haberse enterado por los medios de comunicación de iniciativas judiciales y fiscales que deberían ser del conocimiento del ministro.

Todo esto abonaba el terreno para que Gallardón se sintiera cada vez más aislado. El ministerio, en lugar de ser la rampa de lanzamiento para más altos designios, como esperaba, se estaba convirtiendo en un obstáculo. Gallardón, etiquetado siempre de progresista y con excelentes relaciones en la izquierda, en pocos meses se había convertido en ejemplo de conservadurismo, en su partido le acusaban solapada o abiertamente de haber provocado un debate que perjudicaba seriamente al partido.

El proyecto de ley del aborto se convirtió así en una especie de reto para el ministro, como si fuera un fracaso político y sobre todo personal su retirada. Era consciente por otra parte de que la mayoría de sus compañeros del Consejo decían abiertamente que sería retirado e incluso le acusaban –no a él directamente, pero le llegaba el eco de los reproches- de haber presentado el proyecto cuando Rajoy se encontraba en una cumbre europea y no había podido presidir la reunión del Consejo de Ministros. Se la acusaba también de no haber esperado a la decisión del Tribunal Constitucional al recurso presentado por el PP a la ley de Zapatero.

Se acrecentó la desazón de Gallardón al advertir que, cuando el rey Juan Carlos comunicó a Rajoy su intención de abdicar tras la celebración de las elecciones europeas, el presidente no contactó con el ministro para que preparara los decretos necesarios, sino que dejó todo en manos de Soraya Sáenz de Santamaría.



FECHA PARA LA DIMISION

Antes del verano Gallardón le comunicó a Rajoy su deseo de dimitir, que le reiteró al regreso del verano y comprobar que no estaba en la agenda llevar el proyecto al parlamento en el mes de septiembre, como preveía. Rajoy le pidió que no hiciera efectiva esa dimisión hasta después de que Artur Mas convocara oficialmente la consulta independentista, pues era necesario dar la respuesta jurídica adecuada. El viernes pasado sin embargo, tras la reunión del Consejo, Gallardón insistió en la dimisión, y de nuevo Rajoy le pidió que esperase.

El martes, alguien trasladó a Rajoy la sospecha de que el ministro pensaba anunciar su dimisión el jueves, durante la interpelación a la que tendría que hacer frente en el Congreso de los Diputados. El rey se encontraba en Nueva York y Rajoy viajaría esa noche a China.

El presidente, tras asistir a un congreso de Comunicación, se acercó a los periodistas que cubrían la información que, al tener oportunidad de hablar con el presidente, le preguntaron –como esperaba- por la ley del aborto.Y Rajoy fue claro: se retiraba el proyecto. Sabía que esa declaración provocaría la dimisión inmediata del ministro, que efectivamente convocó a la prensa con carácter de urgencia.

El rey, en la sede de la misión española ante Naciones Unidas, territorio español, firmó el decreto. Y Rajoy, de acuerdo con Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Pastor, antes de coger el avión hacia Shangai ofreció la cartera de Justicia a Rafael Catalá.

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