Pimera línea de fuego

Salió en la tertulia la palabra utopía. Ana se interesó. “Un tío abuelo mío era poeta y ebanista y me habló de utopía en casa, tenía todos los libros de Tomás Moro. Me contó que en la guerra española, allá en la última batalla que perdieron los milicianos en Aragón, hubo un momento en el que crecieron las ideas libertarias. Allí se abolió, no solo la propiedad, sino también el dinero.

Entra el abogado, siempre muy versado sobre la guerra española. “En muchos lugares hay páginas tristes de la guerra española. Casas Viejas era un pueblo andaluz miserable donde los aldeanos pasaban hambre. De pronto hicieron una revuelta y no solo se declararon independientes, sino que decidieron acabar con las posesiones de los ricos. El final es fácil imaginarlo. Entró la Guardia Civil a sangre y fueron y mataron a casi todos los aldeanos.

Intervengo yo. “Decía el poeta Haro Ibars todos los que nos quieren mandar son unos cabrones. Hubo una época ilusionante allá en el 36 cuando el sindicato de la CNT llegó al millón de afiliados. Una cifra histórica. En seguida llegaron tiempos difíciles y convulsos. Los libertarios lograron tomar los puntos clave de la ciudad. Hubo muchos muertos aquellos días”.

Pregunta Ana qué es la CNT. Continúo yo. “Fue masacrada considerada el peligro número 1 del país. Los libertarios eran valientes, pero muy ingenuos, obsesionados con que había que suprimir el dinero. Al final se desató una violencia total contra la CNT destruyendo meticulosamente toda la organización. Apenas quedan restos de sus archivos. Hubo mucha violencia entre libertarios y comunistas”.

La tertulia se enciende. Interviene el músico. “El líder más querido fue sin duda el leonés Buenaventura Durruti. Tuvo un final desgraciado. Estaba luchando en el frente de Aragón, su batallón, la columna Durruti, era el más temido. Pero ocurrió que las tropas de Franco luchaban ya en la ciudad universitaria madrileña. De inmediato toma rumbo hacia Madrid para defender el ‘no pasarán’ que se cantaba en las calles de la capital.”

Su entierro en las calles de Barcelona fue tan multitudinario que las fuerzas del orden se vieron superadas

De inmediato, Durruti puso rumbo al foro. Madrid no podía caer. Pero algo extraño ocurrió. Una bala perdida le quitó la vida. Son muchos los que piensan que la envidia y las intrigas, la lucha entre comunistas y libertarios, hacen sospechar que fue premeditado. Su entierro en las calles de Barcelona fue tan multitudinario que las fuerzas del orden se vieron superadas.

El músico se empuja de un trago una buena copa de vodka. Ahora habla con cierta emoción. “La llegada de Durruti y su columna a Madrid contagió de esperanza a los madrileños que vivían bombardeados sin interrupción”.

El músico nos sorprende, lo sabe todo sobre la lucha libertaria en la Guerra Civil. De pronto nos dice emotivo: “Lo más sorprendente de aquellos tiempos de guerra fue que una mujer republicana, anarquista hasta la médula, fue elegida ministra de Sanidad en la República. Federica Montseny. Era una mujer avanzada. Sus proyectos sobre la ley del aborto son todavía progresistas. Se ocupó sobre todo de la mujer, fundó comedores para embarazadas”.

Interviene el abogado, “sin dios, ni patria, ni amo. Era la clave del sentir libertario. Buscaban una sociedad sin jerarquías, rechazaban cualquier forma de poder centralizado”.

(En la posguerra no quedaron rastros de la CNT. Decía Durruti “desde mi tierna infancia lo que vi a mi alrededor en las minas y en el campo era sufrimiento. Hay un silencio y allá va Ana, alza su copa “cantad conmigo: si me quieres escribir / ya sabes mi pradero / en el frente de batalla / primera línea de fuego)