Arturo Maneiro
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Ayer celebrábamos la fiesta de la Reina de la Hispanidad, Nuestra Señora del Pilar. Dejando al margen otros argumentos (¡que los hay!) quisiera quedarme hoy con el para mí fundamental, que es el del consentimiento universal. Es muy difícil encontrar una jota aragonesa en la que de una manera u otra no se cite a la Pilarica: “No hay un buen aragonés que en su pecho no la lleve”.
Siempre me impresiona ver aquella columna a la que con los besos de los devotos la han transformado y es interminable la fila de los que allí acuden a depositar un beso de fe y cariño. Y aquellas bombas allí expuestas que tiradas con toda la mala intención de una guerra figuran intactas, colgadas sin haber causado el efecto que pretendían quienes allí las tiraron.
Sin duda hay tres lugares religiosos únicos en España que reflejan el ser de este pueblo y la fe que en él se profesa: el Pilar, la Giralda y Compostela. Sin esas tres muestras de religiosidad sería imposible escribir la historia sagrada de la Península.
Y hablábamos del consentimiento universal porque por cualquier lugar y en infinidad de capillas aparece la imagen en la célebre columna. Cuenta la leyenda que se apareció a Santiago para apoyarle y, desde aquella, se ha ido construyendo una devoción secular que ha calado en lo más íntimo del pueblo.
Es muy curioso recorrer la letra de las jotas aragonesas y ver cómo en la inmensa mayoría aparece la Virgen de la columna. Y en múltiples lugares del mundo existen las cofradías que la veneran, ya sea colgadas en el pecho o en imágenes tan conocidas por todo el mundo: “La Virgen del Pilar dice/ que no quiere ser francesa/, que quiere ser capitana/ de la tropa aragonesa”. Y aquella otra tan conocida: “El Ebro guarda silencio al pasar por el Pilar;/ la Virgen está dormida y no la quiere despertar”.
Y ayer, desde la avenida de la Independencia pasando por el Paseo de Alfonso, era inigualable e interminable la fila de devotos con sus hijos y nietos vestidos de baturricos. Allí en medio de la plaza de la Seo se depositan miles de flores que honran a la Patrona de la Hispanidad.
Quisiera siempre recordar una noche del 11 de octubre con una procesión por toda la plaza. Allí se respiraba fe y se ponía en los labios el corazón para cantar las jotas que, por cierto, nadie como los aragoneses saben darle el tono a estas piezas únicas. Y ayer, desde la avenida de la Independencia pasando por el Paseo de Alfonso, era inigualable e interminable la fila de devotos con sus hijos y nietos vestidos de baturricos. Allí en medio de la plaza de la Seo se depositan miles de flores que honran a la Patrona de la Hispanidad.
Muy triste es que muy cerca de Zaragoza haya lugares en los que se ignora esta advocación tan ancestral. En concreto, Cataluña, donde ya en sus tiempos, nada menos que en el siglo XIV, el Tribunal de Ciento declaró la fiesta con toda la solemnidad. El mundo está así de cambiado y muda de valores de hoy para mañana. Es así la cultura actual en algunos lugares. Mientras tanto, desde Compostela a las orillas del Ebro muchos seguimos recordando y honrando a la Virgen del Pilar porque “No debe escucharle nadie;/ quien tiene madre y se queja,/ no debe escucharle nadie,/ porque no hay pena sin consuelo/ para aquel que tiene madre”. Y la Pilarica lo es y lo saben bien los infanticos que muy de madrugada veneran a la Virgen e incluso llevan hasta Ella a los bebés que sus padres portan.
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