Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
Cumple Alfonso Rueda tres años de su llegada a la presidencia de la Xunta, uno de ellos, el último, refrendado en las urnas con mayoría absoluta, 40 escaños y el 47% de los votos. No fue fácil su primera etapa, la de sustituir a Feijóo cuando este dio el paso a la política española. Pese a su larga experiencia ejecutiva, Rueda se enfrentaba al natural desafío de encontrar su tono, el talante y la legitimidad popular. Las dudas, a todos los efectos, quedaron atrás, una vez contados los votos y después de un año de presidencia. Es lo que ahora llaman el “Estilo Galicia”.
Adelanto una primera, subjetiva, conclusión: Rueda es un presidente centrado en Galicia. Después de muchos años donde las mayorías populares parecían el trampolín para hacer política desde Madrid, el actual presidente está alejado de esa tentación y no sólo porque su mentor, Feijóo, sea quien desempeñe aquella función. Alfonso Rueda, en el estilo discreto de Illa en Cataluña, Pradales en Euskadi o Moreno Bonilla en Andalucía, parece empeñado en demostrar que su prioridad es Galicia.
En este sentido, arrancar la competencia sobre el litoral es una cuestión política importante
Para ello, claro, no basta con las declaraciones de voluntad. Se necesitan políticas. En este sentido, arrancar la competencia sobre el litoral es una cuestión política importante. Un ámbito donde más que hacer, hay que deshacer. Veremos cómo Rueda sortea las presiones, tan cercanas, de los concesionarios actuales o los siempre acechantes intereses inmobiliarios. Importa la sanidad, un sector cuyas poderosas inercias engullen conselleiros o la vivienda, un problema que ha estado engordando sin que Xunta o gobierno central hicieran algo desde, al menos, 2008. Ahora, el tiempo de las esperas y promesas está agotado. Hay que actuar, pero ni las entidades financieras, ni los promotores y propietarios o la lentísima burocracia municipal parecen preparados para dar respuesta eficaz al aluvión de demandas insatisfechas.
Hay un ámbito más, en la gestión de Rueda, al que me quiero referir. Es su aparente compromiso con la industrialización de Galicia. Después de décadas de pasividad y simples promesas, algo parece haber cambiado. Será por los importantes recursos puestos a disposición de administraciones y empresas después de la pandemia y ahora en favor de la defensa, pero también por la ineludible transición energética, pese a la judicialización de tantas iniciativas. La actitud del presidente, pese al coste político que puede estar soportando, parece contagiada del impulso que algunos de sus colegas, en Cataluña, Aragón o Extremadura, llevan tiempo aprovechando. En el debe de Rueda, sí echo en falta un mayor y más eficaz compromiso con el interior de Galicia. Es el país abandonado y casi deshabitado que se pregunta por el papel que se le asigna en el pregonado “Estilo Galicia”.
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