El síndrome de Hubris y otras metáforas

Publicado: 23 jun 2025 - 03:17

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Repasando algunos blogs muy recomendables, como El diario de un médico de guardia, redescubrimos unas estupendas reflexiones sobre Psicopatologia y Política. Son de octubre de 2013, pero visto lo visto son intemporales. La salud mental de los poderosos ha dejado de ser un tabú para convertirse en objeto de análisis académico y de debate social. Cada vez más estudios cuestionan si algunos líderes políticos y empresariales reúnen rasgos compatibles con patologías mentales que afectan gravemente al ejercicio de sus funciones.

Dos autores resultan especialmente relevantes en este campo: David Owen y Robert Hare

Dos autores resultan especialmente relevantes en este campo: David Owen y Robert Hare. David Owen, exministro de Exteriores británico y neuropsiquiatra, acuñó el término Síndrome de Hubris para describir cómo el poder puede intoxicar a los dirigentes. Según Owen, algunos líderes desarrollan una suerte de embriaguez moral y cognitiva al alcanzar altas cuotas de autoridad, lo que les lleva a comportamientos narcisistas, desmedida autoconfianza, desprecio por la crítica y un alejamiento progresivo de la realidad. El Síndrome de Hubris no es una enfermedad clínica reconocida, pero funciona como una metáfora potente de cómo el poder sin control puede degenerar en abuso y megalomanía. Complementando esta visión, el psicólogo forense canadiense Robert Hare ha revolucionado el concepto de psicopatía. Lejos de la imagen del asesino en serie, Hare sostiene que muchos psicópatas habitan en los despachos y parlamentos. Son personas encantadoras, sin empatía, frías y manipuladoras, que buscan el poder no para servir, sino para servirse. Su falta de conciencia moral los convierte en expertos en trepar y sobrevivir en estructuras jerárquicas. Según Hare, “el lugar ideal para un psicópata no es la cárcel, sino la cúpula de una empresa o de un gobierno”. Frente a esta inquietante realidad, algunos especialistas proponen retomar el enfoque del politólogo Harold Laswell, que ya advertía hace décadas que “la política es el estudio de quién consigue qué, cuándo y cómo”, sugiriendo que ciertas personalidades gravitan hacia el poder por motivaciones patológicas más que por vocación de servicio.

Aplicar estos análisis a la política nacional e internacional podría ser un ejercicio revelador, aunque polémico. No faltan voces críticas que tildan a la psicología política de ser una disciplina más ideológica que científica. Pero incluso aceptando esa objeción, la pregunta permanece: ¿estamos eligiendo a nuestros líderes con criterios de competencia y ética, o simplemente premiando a los mejor adaptados a una jungla de poder? Sostiene Aloysius que tal vez sea hora de mirar más allá del carisma o la oratoria, y empezar a exigir pruebas de salud mental para quienes aspiran a decidir sobre nuestras vidas. Porque, como señala el propio Owen, el poder no sólo corrompe; también puede enfermar.

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